viernes, 22 de marzo de 2013

OVEJAS DESCARRIADAS


     Es curioso que después de una década de crecimiento, acentuado en la segunda legislatura de Aznar y la primera de Zapatero. Los que de verdad se beneficiaron del boom económico y acumularon rendimientos jamás soñados, multiplicando de manera descomunal sus ingresos, predican ahora la mesura y obligan a la inmensa mayoría, que en lo más que se benefició fue con subidas salariales del I.P.C. más un punto o dos en el mejor de los casos, a descontar de sus ingresos gran parte de las modestas subidas salariales acumuladas en estos años. Cuando las cosas de la economía iban viento en popa y a toda vela, siempre decían que era algo coyuntural e insuficiente para consolidar aquella riqueza en nuestras nóminas, y que por sentido de la responsabilidad debíamos no disparar los costes para seguir siendo competitivos y mantener en el tiempo, durante décadas, el crecimiento de la economía nacional y llegar al pleno empleo; que aun no era el momento de subir el poder adquisitivo a los parámetros europeos, pero si éramos pacientes todo llegaría. La clase trabajadora, aunque a regañadientes en algún caso, aceptó y acabó confiando en nuestros gobernantes. El estallido de la crisis cogió a los trabajadores con el paso cambiado y en situación de espera, pero a nuestros gobernantes, grandes empresarios, banqueros, especuladores y demás clase social que completa la comandita plutócrata, los cogió con sus intereses consolidados, impactando de forma brutal contra los más débiles, pensionistas y trabajadores. Los de la comandita pusieron a salvo sus capitales acumulados, sacándolos de la circulación y colápsaron la economía, el Estado siempre supeditado a las trampas de los capitalistas, que para eso tienen la mejor formación, información, medios técnicos y estratégicos, no vio venir lo que se le venía encima y tirando del superávit empezó a gastar o a malgastar tratando de taponar la hemorragia pero todo fue inútil.

     El resultado final de todo esto es que  dos de cada diez trabajadores se quedaron sin trabajo y pronto sin ingresos. Los demás sufren o sufrirán una merma enorme en sus sueldos; el coste de los productos de primera necesidad, que ya habían doblado el importe de las subidas salariales, no acaba de estabilizarse, menguando de por si, la ya encogida capacidad adquisitiva de la clase trabajadora, y por si esto no fuera poco nos quieren obligar a renunciar a gran parte de los derechos adquiridos por nuestros padres y abuelos. Mientras, ellos la clase dirigente pero irresponsable de sus actos, no renuncian a seguir mangoneando y su solidaridad es un cuento chino, que no va más allá, que de un acto de contrición y de hipócrita intención siguiendo las instrucciones de la caridad cristiana que pregona la Iglesia, de la cual ya son propietarios y pronto esperan serlo también de todos nosotros, sus ovejas descarriadas.

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