jueves, 23 de enero de 2014

REFLEXIÓN SALARIAL


     Los trabajadores tenemos que ser conscientes de que nuestros salarios son expoliados de diversas y sofisticadas maneras, que nosotros somos los que mantenemos todo el entramado económico del Estado. El importe de todos los gastos sociales como sanidad, pensiones, salarios de funcionarios, políticos y parafernalia que los acompaña (Casa Real, asesores, subvenciones a empresas y sindicatos, donaciones a la Iglesia, etc., etc.) salen de restarnos directa e indirectamente, una parte muy importante de nuestros ingresos por nuestro duro trabajo. Millones de trabajadores asalariados pagamos todos los meses miles de millones de euros que nos restan de nuestras nóminas de forma directa, e indirecta en el importe que pagamos en los productos y servicios que consumimos.

        Por cada 100 euros de nuestros salarios las empresas entregan al Estado....................................29.9
(23.6 Seguridad Social + 5.5 Paro + 0.2 Fogasa + 0.6 F. P.)

        Los asalariados: por cada 100 euros pagamos al Estado.............................................................21.4
(15.5 IRPF de media + 4.7 de Seguridad Social + 1.55 Paro + 0,1 F. P.)

       Por el IVA al consumo e impuestos especiales, por cada 100 euros pagamos aproximadamente..20.1
(alimentación, carburantes, electricidad, agua, rodaje, inmuebles, etc.)

        Esto quiere decir que de cada 100 euros, revierten al Estado por unos medios u otros más de 70 

        Para un salario bruto de 1.000 euros corresponden unos 300 reales.

        Después de esta reflexión uno llega a la conclusión de que la clase trabajadora pone medios más que suficientes en manos de la Administración para que esta consiga equilibrar la economía del Estado. Por  eso son los administradores  del Estado los que fallan estrepitosamente por la mala gestión prevaricadora de esa forma de gobernar, con la que toman a sabiendas resoluciones y decisiones injustas, siendo por lo tanto  ellos los responsables de la catástrofe social y económica en la que estamos inmersos. 

viernes, 17 de enero de 2014

DELITOS


     Hay empresas, sobre todo las públicas, en las que el compadreo es norma común entre políticos, sindicalistas y cargos ejecutivos. Políticos que se autodenominan según el caso, de derechas o de izquierdas se dedican en la mayoría de los casos, salvo pocas y honrosas excepciones, a la prevaricación y al cohecho. Lleva tanto tiempo sucediendo así, que parece el estado natural de las cosas y ya nadie se sorprende ni se asusta por estas prácticas delictivas. Todos estos políticos, sindicalistas y cargos ejecutivos saben que si hacen las cosas bien  van a sacar tajada en forma sobre todo de nepotismo (empleo para familiares y amigos), ascensos de categoría, y comisiones ilegales como dádivas y sobresueldos en negro. Tácitamente todos ellos están de acuerdo en lo que de verdad les interesa, la responsabilidad en la gestión siempre está ahí como una cortina engañabobos. Los recovecos que la legislación ofrece, son aprovechados por unos y otros para colar toda clase de trapacerías y siempre se mueven en el límite del filo de la navaja, porque saben que si son descubiertos sus delitos quedarán solapados por otros que mediáticamente tienen mayor atención.

      Estos delitos que practicamente pasan desapercibidos son legión y apenas se le presta atención, pero fueron tan numerosos no hace mucho, que las consecuencias continúan en el tiempo, y ahora paradójicamente pagan la purga los más inocentes. La justicia está desbordada y ocupada con los delitos mediáticos, siguiendo el juego de la distracción generalizada para al final quedar todo en nada. Ni unos delitos ni los otros serán castigados con la ejemplaridad necesaria y la injusticia quedará arraigada en la conciencia colectiva, los inocentes como siempre pagaran las consecuencias de un sistema deprimente.

viernes, 10 de enero de 2014

UN LETRERO EN EL TRASERO


     Que habilidad para la maldad tienen los poderosos, siempre están maquinando formas y maneras de buscar el máximo beneficio. El mercado es su Dios y a el se encomiendan a sabiendas del perjuicio que causan a la sociedad como conjunto, el mercado es tan amplio y las autopistas financieras son tan rápidas y seguras que los capitales viajan por todo el mundo en unos pocos segundos. Buscando acomodo especulativo, abren y cierran empresas a conveniencia, dejando tras de sí un reguero de inestabilidad que se convierte en muerte, horror y sufrimiento para millones de familias arrojadas a la indigencia.

     El poder político siempre a su merced les allana el camino, facilitándoles la explotación y expolio de los intereses y necesidades de la mayoría, que aborregada y asustada se está dejando ir como el ganado al matadero, no quieren ver lo que se le viene encima y prefieren vivir el día a día. Lo que tenga que ser será y a mí no me va a tocar, los que vengan detrás  que arreen es la forma de pensar al uso y aún que sabemos que es un abuso continuamos sin hacer frente a tanto poder maledicente, que acabará por darnos por el culo a todos y cada uno, dejándonos un letrero en el trasero con instrucciones de uso.

viernes, 3 de enero de 2014

Relatos de un pescador afortunado: JOSE Y JOSÉ, II PARTE.

                                                 

                                                      JOSE Y JOSÉ, II PARTE                
                                                                     2005

      Aquella tarde José acabó por convencerme para ir a pescar. Yo pasaba por una época de desgana y él tiraba de mí. Recuerdo que nos encaminamos a la costa y llegamos a estar cerca de La Guardia, pero después de visitar diversas “posturas” que a él le parecían muy prolíficas y darnos un tute bajando y subiendo entre piedras y tojos, no habíamos conseguido pescar nada. Entonces le comenté que como la marea estaba en pleamar yo intuía que en los bajos de Pedornes podríamos tener una oportunidad, yo aquella zona la tenía como una de las más atractivas para la pesca, pero él la solía desdeñar, así que no muy convencido conseguí llevarlo hasta allí.

       El mar tenía el punto ideal para aquella zona, barría por encima de los bajos de piedra pero no arrasaba, oxigenando el agua de una manera uniforme y constante, yo monté un rapala original de 18 cm. que tan buen resultado me había dado tiempo atrás en aquella zona, con mimo iba paseando el rapala por los canales y orillando con el las piedras que lavaba el mar, ya tendría tiempo si no sentía nada en las cercanías, de “varear” con un chivo las zonas más alejadas. No hacía más que seguir el abc del pescador de espinning. Pero José se impacientó y comenzó a “varear” con un chivo, lanzando contra una piedra grande y alejada donde el mar ofrecía una forma de trabajar interesante. Gracias a su envergadura alcanzaba con el chivo la zona con facilidad, y en una de estas, cuando arrancaba el chivo arrimado a la piedra sucedió lo que tenía que suceder, que el robalo de turno abocó clavándose en el señuelo de José. Mediante un grito me avisó pidiendo ayuda, lo había “clavado” a una distancia considerable y aquel animal tiraba como un endemoniado, había que limarle aquella fortaleza, ya a esas alturas José sabía muy bien lo que tenía que hacer, así que me limité a animarlo y a prestarle mi ayuda si se terciaba. Después de varios minutos de enconada lucha por fin el animal empezó a dar muestras de cierta debilidad, y aprovechó para obligarlo y arrimarlo a tierra, pero el lugar para sacarlo no era ni cómodo ni fácil, tenía varias piedras que por veces afloraban y dificultaban la operación, además el mar con su bravura por veces revolvía formando una contracorriente dificultando el dominio de la situación. Cuando lo mas difícil estaba hecho, controlar y arrimar a aquel descomunal robalo, quedaba ir a por él, entonces José me dio la caña yendo él a buscarlo, cosa que logró después de varios intentos, pues el mar golpeaba con fuerza y hacía dificultoso el control de semejante “aparato”, hasta que por fin lo conseguí arrimar y ponerlo al alcance de José, que lo sujetó por la boca saliendo disparado piedra arriba. Aquello no era un robalo, aquello era una animalada de robalo, era enorme sí no llegaba a los ocho quilos poco le faltaba. Verdaderamente era un animal de record. Muy pocos pescadores de “espinning” podían presumir de haber capturado un robalo de tal entidad.

       Definitivamente José estaba tocado por la mano de Dios, volvía a sentirse el Rey del Universo.

        Pasado un tiempo, después que el destino no nos ofreciera jornadas dignas de reseñar, aconteció que un domingo de marzo fuimos de pesca a Monteferro y, cuando ya habíamos visitado sin éxito: “La Grande, “La Central” y “La del Faro”, todas ellas “posturas” que nosotros solíamos visitar con cierta asiduidad, al final llegamos al “acantilado de los cuchillos” y asomándome aprecié que el mar trabajaba allí de una forma especialmente atractiva, esta es una “postura” poco visitada por su engorroso y largo acceso, pero las pocas veces que la veo en su punto ideal desde lo alto de la atalaya, me atrae de forma extraordinaria y no me resisto a bajar, pero José nunca sintió demasiada querencia por ella, por eso tuve que hacerlo bajar casi a regañadientes.

       La marea ya bajaba con fuerza, yendo casi por la mitad de su recorrido. Cuando terminamos por acceder a la “postura”, yo respetando el abc del pescador, empecé “vareando” con un “rapala” por las zonas más someras y cercanas. Mientras José en su desgana no cambió la cucharilla que ya traía montada, y comenzó a lanzar al frente superando por su derecha la piedra contra la que rompía el mar oxigenando todo el ámbito. Después de una media hora “rapaleando” por la derecha, frente, e izquierda de aquella piedra que penetraba en el mar con forma de cuchillo, no acabé de sentir la tan ansiada picada. José continuaba “vareando” de frente con la “cuchara” con desgana y en un momento que venía recogiendo uno de los lances, me comentó que allí no había nada, que era mejor recoger y marchar. Aun no había terminado de decir la última palabra, cuando una bestial picada cortó de repente nuestra conversación.

       Otra vez José, esta vez sin merecerlo demasiado se encontró con un robalo de casi seis quilos, hasta sin fe ni confianza y casi obligado, la diosa fortuna le acompañaba. Yo que había bajado decenas de veces allí con toda la fe del mundo y que había pescado decenas de robalizas, nunca había pescado allí un robalo. Definitivamente José estaba tocado por la mano de Dios.

       Tengo que confesar que al día siguiente por la tarde en ese mismo lugar para mi fortuna, con un rapala y prácticamente en la orilla yo pesqué uno de tres quilos.