jueves, 27 de marzo de 2014

Relatos de un pescador afortunado: SIGUIENDO LA LUNA

                                                   
                                                           SIGUIENDO LA LUNA                                                                                                                                   AGOSTO 2009        

   
      Arranqué, la luz de cruce iluminaba la rampa de salida y  acelerando atravesé el portal, la penumbra y el silencio me acompañaban mientras rodeaba el eucaliptal. Al llegar al asfalto fui consciente de su presencia, suspendida delante de mí parecía iluminar mi camino, era la luna llena que se mostraba con toda plenitud. Circulaba por enmarañados caminos que continuamente cambiaban mi marcha de sentido, tan pronto me dirigía al sur y la veía, como iba cara al norte y la perdía, al fin llegué a la autovía y a partir de ahí fiel me iluminó haciéndome compañía. Aquella estela de luz parecía guiar mi camino, yo buscaba el mar y ella también lo hacía. La ciudad por mi derecha se extendía luminosa pero silenciosa, por suerte para mí dormía. Me sentía un privilegiado, aquellas primeras horas del día eran mías y no las compartía, pobres diablos, “contra natura” la mayoría iba, lo mejor del día  perdían pues un crepúsculo espectacular nacía. Durante miles de años nuestros antepasados disfrutaron de ellos, festejándolos y viviéndolos con emotividad. Con la modernidad abandonamos lo que fue ley durante miles de años, atrofiados nuestros sentidos desde hace unos pocos decenios la mayoría es incapaz de regresar a la sana y natural experiencia del pasado, ya tienen el paso cambiado. Desde un punto de vista egoísta yo me alegraba. La noche se había hecho para dormir y el día desde que nacía para vivir.

      Al llegar a mi destino el crepúsculo renacía y mis sentidos despertaban con el día. La claridad, muy tenue todavía se confundía con la luz estelar de la luna llena, aquella amalgama de color iba dando vida a un paisaje que no por conocido resultaba espectacular. Una sonora melodía lentamente se imponía, los colores iban cambiando de matiz, con su creciente luminosidad el sol cambiaba los tonos, pincelando aquel escenario formado por una conjunción de colores que se entremezclaban con los olores del mar, de la tierra fresca y de los melodiosos trinos que en creciente armonía iban dando sonido a aquel paisaje espectacular. Necesitaba de aquella luz, pues un demencial camino lleno de tojos me guiaba por la ladera de un acantilado de la parte oeste de Monteferro que al llegar al fondo se tornaba amable. Aquel era y sigue siendo uno de los pocos rincones donde se puede respirar, y como un asceta aislarte de la presión de una gran ciudad.

     Cuando accedí a la gran roca de contorno irregular la marea iba de retirada, bajaba ya con fuerza, podía moverme con relativa comodidad, así que comencé lanzando por el canal de la derecha donde aún había agua suficiente para probar la countdown especial de 11 cm. hundible. Ya en el primer lance y a medio recorrido sentí una picada que hizo estremecer todos mis sentidos y más en aquel momento porque aún estaba medio dormido, espabilé y me las compuse para vencer a un animal que aún que no alcanzaba los tres quilos luchaba con un vigor extraordinario, tuve que mimarlo y sacarlo con ayuda de un golpe de mar que lo subió a la altura de una piedra a donde lo empujé justo a tiempo antes de que el mar bajara y lo arrastrara con el. Aleteando quedó en seco mientras bajé a por aquel trofeo que por el peso no podía alzarlo hasta mi posición, lo así por las agallas, subiendo de vuelta con el premio que la madre naturaleza tenía a bien concederme. Empezaba bien la mañana, continué intentándolo en el canal y después empezando por la derecha fui lanzando por todo el perímetro de aquella gran roca que era como una península anclada a tierra firme por un istmo de acceso, en la punta del sur sentí la siguiente picada que nada tenía que ver con la anterior, una minúscula lubina demostró su osadía atacando el señuelo, con cuidado de no dañarla la liberé del anzuelo devolviéndola de nuevo a su hábitat, regresé a la punta contraria y viendo que no sentía picada alguna, armé la toby y lancé a lo lejos donde noté un moviendo en la superficie del agua, sospechaba que eran mújeles (lisas) pero en verano las lubinas a veces se entremezclan con ellos por eso lancé probando en la lejanía. La Toby, con su anzuelo simple de carbono se deslizaba a trompicones cuando llegaba a la altura de las algas que como cintas se arqueaban al compás de las olas. A continuación del último trompicón y cuando la cuchara ya se deslizaba entre aguas, sentí el ataque, se transmitió a lo largo del sedal hasta mi brazo derecho que con fuerza sujetaba a una caña de carbono con acción de punta, a pesar de su ligereza transmitía sensación de fuerza, el nervio de la caña ayudaba amortiguando los embates salvajes de aquel pez depredador que mordió mi señuelo, el anzuelo clavó en el cartílago de la mandíbula superior y el pez se sintió obligado, desencadenando una lucha titánica por liberarse. Después de más de diez minutos de toma y daca, donde me vi inmerso en un vai-ben constante, conseguí cansarlo hasta que este se entregó. Una hermosa lubina cercana a los tres kilos sumé a la anterior. La línea del sol ya avanzaba sobre el agua y al aclarar esta ya no fui capaz de engañar con mi señuelo a ninguna más. Así que opté por retirarme con dos lubinas que satisfacían plenamente mis mejores y afortunadas expectativas. 

      Resoplando subí el acantilado pero gracias a la nube de satisfacción que como un halo me rodeaba, el cansancio no hacía mella en mí. Cuando llegué arriba el paisaje que durante la subida viajó en mi espalda se tornó espectacular, a mis pies la inmensidad del mar, con Las Estelas en la cercanía y las Cies en la lejanía decoraban un espacio que era como un escenario que empequeñecía la figura de un pescador que exultante jamás se olvidaría de la fortuna que le acompañó aquel día. 
   

viernes, 21 de marzo de 2014

PALO Y ZANAHORIA


     Ahora que estamos en el ecuador de la legislatura, parte en la cual nos han dado con el palo hasta doblegarnos, comienza la parte de la zanahoria para camelarnos. La oligarquía ya está preparando la cama del perdón y del olvido por las gravísimas afrentas y por el expolio moral y económico sufrido.

       El poder mediático a su servicio empieza a calentar motores y el lavado y engrase cerebral comienza a ser una realidad. Con la satisfacción del deber cumplido, nuestros dirigentes presentan cuentas a los oligarcas nacionales e internacionales, que premiarán su esfuerzo una vez dejen el gobierno, con canonjías de poco trabajo y buen provecho por tener los deberes hechos. Grandes compañías eléctricas y de telecomunicaciones entre otras, los acojerán en sus consejos de administración después de haber ayudado al asentamiento y engorde del negocio, del cual sale su beneficio y ocio.

viernes, 14 de marzo de 2014

DERECHOS Y OBLIGACIONES


     Tenemos derechos: como a la salud, al trabajo, al bienestar, que dependen de la voluntad y bien hacer de los que nos gobiernan. Ellos con su aptitud y competencia nos pueden aflojar o apretar la cuerda y hacernos caer en la indigencia, por mucha fuerza de voluntad y responsabilidad que tengamos, la dependencia nos vuelve vulnerables sin un nivel de presión y exigencia, por eso si les ofrecemos la otra mejilla como hasta ahora nos quitan hasta las muelas.

      También tenemos obligaciones, y está bien que las tengamos, porque así demostramos compromiso y acabamos siendo solidarios. Tenemos obligaciones con nosotros mismos y con los demás. Los trabajadores estamos atados y bien atados, nuestras obligaciones están perfectamente atornilladas y nuestra vida durante la jornada laboral está a disposición de la empresa que nos paga. Nuestra obligación es el compromiso con la producción pues de ello depende nuestro salario y el beneficio del empresario, aunque este no sea solidario con nosotros ni con el erario.

viernes, 7 de marzo de 2014

LA INMENSA MINORIA


     Lo que debería ser un honor para cualquier político de bien se ha convertido en temor. Para un demócrata colaborar con la Justicia e incentivarla es un fundamento irrenunciable, como lo es que sin justicia no hay democracia. Hoy la Justicia es un coladero lleno de resquicios legales para los ricos, por donde eluden el pago de impuestos sin consecuencias penales. Es un sistema injusto, ineficiente y poco transparente. La ley fiscal hay que revisarla todos los años, para reconducir cualquier inercia especulativa, hay que estar vigilante y a la expectativa con los poderosos porque por costumbre son unos tramposos compulsivos. La democracia les incomoda y la soportan mientras buscan otra alternativa. Son poderosos pero son minoría y hay que obligarlos mediante el imperio de la ley a supeditarse a la mayoría.

     Hay que desmantelar el vasto sistema que han desarrollado para la ocultación de capitales fuera del alcance del fisco. La industria del fraude que los asiste es gigantesca, los medios que disponen son muy sofisticados, pero la justicia democrática si quiere puede desmantelar el tinglado que han montado, pero no lo hace porque es dependiente del poder establecido por los poderosos que curiosamente son la inmensa minoría que nunca se supedita a la mayoría. 

sábado, 1 de marzo de 2014

Relatos de un pescador afortunado: FURIA SALVAJE


                                                           FURIA SALVAJE                                                                                                                                           17-10-2008
                                                               

       Aquella mañana acabé en los bajos de Cabo Estay, buscaba una oportunidad que me redimiera de tanta frustración. Después de varios días con descorazonador resultado, yendo de fracaso en fracaso, por fin encontré mi oportunidad.

    Cuando llegué comenzaba la claridad del crepúsculo a renacer, poco a poco comenzaban a asomar las tenues líneas del horizonte marino, salpicado por multitud de rocas que el mar lavaba con cierta violencia, el estruendo era acompasado y acogedor, me gustaba aquel sonido que acabó como siempre por hipnotizarme, presentía que por fin iba a tener una placentera mañana de pesca.

        La marea llevaba bajando un par de horas, y todavía no tenía acceso a un puntal que quería visitar, así que me conformé “vareando” atrás a la derecha, por donde discurre un canal que recogía una fuerte corriente que seguramente arrastraría pequeños peces hasta una zona despejada y algo más profunda, rodeada por rocas en forma de losas que ayudan a levantar la altura de las olas, por donde se explayan y rompen propiciando unas condiciones ideales para la pesca, ofreciendo la posibilidad de “clavar” alguna lubina al acecho.

        Aquella zona era complicada de “trabajar”; el calado del canal era de algo más de un par de metros en su parte más profunda, la parte más próxima a mi posición, a medida que se acercaba el  “artificial” iba haciéndose más somera, y este rozaba contra las piedras que afloraban al retroceder la resaca de la ola, por lo que tuve que descartar el empleo de un “rapala”, primero por que no alcanzaba la zona del canal, y segundo por el más que probable enganche y pérdida de este, al final opté por el empleo de una cucharilla Toby que tan buen resultado tiempo atrás me había dado. Antes de lanzar sopesé si la usaba armada con un anzuelo triple que trae originalmente de fábrica o emplearla con uno sencillo de carbono, ya que así podía arriesgar más, reduciendo la posibilidad de enganche entre tantas piedras, pero al final decidí usarla con el triple.

    Después de lanzar el “artificial” varias veces, fui cogiendo confianza, ya que conseguí guiarlo sin sufrir enganches. Cada vez lo lanzaba más y más lejos haciéndolo profundizar más, pero con la precaución de acelerarlo y levantar la puntera de la caña cuando de vuelta se acercaba a la zona menos profunda. Y en una de estas, cuando ya estaba completamente integrado y cómodo en una postura grata de trabajar, sentí la tan esperada picada; seca, dura, fuerte, potente, correspondía a un animal salvaje e indomable, luchaba con una fuerza increíble, se me hacía duro traerlo a tierra. Al fin pude acercarlo y hacerme con él, sin pérdida de tiempo volví a lanzar al mismo sitio de la vez anterior, procurando respetar la profundidad y velocidad del anterior lance, y una picada más fuerte y violenta que la primera hizo que todos los músculos de mi cuerpo se pusieran en tensión. Era salvaje su forma de luchar y pronto mis brazos, sobre todo el derecho, comenzaron a estar doloridos por el esfuerzo al que me obligaba tan enconada lucha, el “dracom”, al no estirar, transmitía directamente sus arreones que me castigaban con dureza. Finalmente conseguí hacerme con el animal para, acto seguido, continuar “vareando”. La siguiente picada fue brutalmente salvaje, el tirón pareció arrancarme el brazo, el dolor era casi insufrible, me costaba tirar de él, estuve aguantando un rato que se me hizo interminable, no podía dejarlo ir pues la zona no se prestaba a ello, así que me armé de paciencia y aguanté como pude sus durísimos embates, no daba muestras de debilidad, había momentos que quería recoger sedal y no podía, hasta que por fin conseguí arrancarlo, pero de una manera muy lenta y trabajosa, sus tirones seguían siendo furiosamente salvajes no me daba ni un segundo de tregua, la tensión del sedal era brutal, la caña de carbono rígida con acción de punta demostraba su calidad ayudándome a dominar a aquella bestia que no se rendía, todo el equipo caña, carrete, sedal, respondía a las extremas exigencias, pero para mi desgracia el anzuelo triple con que iba armado la Toby no resistió y abrió la muerte soltando a mi presa que huyó despavorida dejándome completamente desolado. Acababa de perder una batalla que prácticamente tenía ganada, me quedé jodido y maldije el puñetero “triple”, y pensar que estuve a punto de utilizar otra Toby armada con un anzuelo simple de carbono, con la cual había capturado un robalo de casi siete kilos tres meses antes. Seguro que ese anzuelo hubiera resistido, y ahora no me estaría lamentando, pero la pesca es así, unas veces ganas y otras pierdes pero también aprendes.

       Aunque continué “vareando” un rato más ya lo hice sin fe, sabía que en su huida el “General” que acababa de desarmarme se llevaría a la tropa consigo, así que recogí las dos piezas de tres y casi cuatro quilos (portada del libro), y me desplacé hasta el puntal al que ya tenía acceso, pensaba que no había tenido demasiada fortuna con el lance que acababa de vivir, pero que allí no se terminaba el mundo y que la próxima sería la mía. Recomencé a “varear” en la nueva postura unos cien metros separada de la anterior y no tuve que esperar demasiado para sentir de nuevo varias picadas de una talla menor, no llegaban al medio  kilo, desclavándolas con cuidado de no dañarlas, las devolví al mar y esperando que con el paso de los años nuestros caminos se cruzaran de nuevo, y seguir alimentando la pasión por la pesca que para mi fortuna tan bien me hacía sentir.