jueves, 31 de enero de 2013

Relatos de un pescador afortunado: ENTRE MINGAS Y FELPUDOS


ENTRE MINGAS Y FELPUDOS
01-05-95
   
     Aquel día hacía un tiempo espléndido con una temperatura veraniega, todo invitaba a salir y estar en contacto con la naturaleza. Así que esa tarde la reservé para mi afición favorita. 

     Decidí ir a Sayanes, pero no a la playa, sino a una ensenada rocosa que está situada a continuación antes del Portiño. Cuando conseguí aparcar en la bajada a la playa, esta estaba muy concurrida y llena de bañistas, no me importó pues ya contaba con ello, tenía muy claro la zona que quería visitar. El día anterior cerca del anochecer había estado allí un rato, probé y señalé una pieza que pasaba de los dos quilos, ya con una altura de la marea nada proclive para la pesca, pero lo que más me animó a repetir y volver al día siguiente, fue lo que descubrí en una poza que el mar alcanzaba y llenaba de agua con las mareas vivas, algo que había sucedido unos días antes; estaban esperando a la siguiente marea viva que los liberara, unos inquilinos que despertaron mi interés. Algo más de una docena de pequeños múgeles (lisas), nadaban en grupo de un lado a otro de la poza, me pregunté el motivo que había llevado a aquellos anímales a aislarse así, ese comportamiento sólo se explicaba si eran atacados para se engullidos por depredadores, como lubinas de buen tamaño.

     Para no desentonar me puse un bañador, una camiseta y unos tenis viejos, eché la bolsa de pesca al hombro y con la caña en la mano me encaminé hacia la postura. Tenía que caminar unos quince minutos, saltando varias rocas hasta llegar a ella, la caminata resultó más amena de lo que esperaba, el sol calentaba los cuerpos desnudos de un grupo de jóvenes de ambos sexos, estaban en una pequeña cala  después de pasar las primeras rocas, continué desplazándome por una zona de piedras muy cerca de la rompiente. La afición a tomar el sol completamente desnudos al parecer estaba mas extendida que la de la pesca, prácticamente en cada roca grande y lisa de aquella zona había una pareja “calentándose” al sol, bueno yo iba a lo mío y no había otro acceso, cuando llegué a mi destino me concentré en lo que allí me había llevado, que no era otra cosa, que el ejercicio de mi gran afición.

     El mar trabajaba revolviendo el fondo, removía los cantos redondos que chocaban unos contra otros, el ruido era fuerte pero relajante, seguramente porque era acompasado, nada estridente. El “rapala”, aparte de su limitado alcance, no me ofrecía confianza, pues el mar llegaba muy revuelto, haciendo muy difícil su control, finalmente me decidí por la cucharilla Evy, que se defendía bien en aquellas condiciones. Desde lo alto de una roca que avanzaba unos metros hacia el interior de la ensenada, comencé a “varear en abanico”, cubriendo toda la zona de derecha a izquierda, y creo recordar, que al tercer lance cuando venía recogiendo a medio camino una potente picada consiguió ponerme en tensión. El sedal salía suavemente de la bobina amortiguando el primer escarceo del animal, cansarlo y trabajarlo en aquella zona era fácil, no había obstáculos y el mar me ayudaba empujándolo hacia tierra, lo guié por mí derecha, donde moría el mar en un pequeño playal de arena gruesa. Una pareja tomaba allí el sol en las condiciones antes relatadas, se acercaron sin pudor de ninguna clase, preguntando que clase de pescado era. Entre la “minga y el felpudo”, me vi maniobrando con la lubina. ¡Era de película! la situación era rocambolesca, kafkiana. Puse la lubina en la poza y por lo visto era un espectáculo, pero lo que era espectacular era la escena que se desarrollaba a mí espalda, era de coña los dos en pelota picada, jugando con la lubina de unos tres quilos que nadaba de un lado a otro entremezclándose con los pequeños mújeles. Pasando del tema continué con lo mío, seguí “vareando” y después de una media hora intentándolo y no sentir nada, cambié de señuelo, recuerdo que “monté un chivo” que me permitía lanzar más lejos que la cucharilla, consiguiendo sobrepasar una especie de barrera pedregosa, por donde remontaba el mar, rompiendo a continuación en un fondón, donde este hervía, en una de estas, cuando el señuelo llegó deslizándose por encima de la barrera, paré un instante con el propósito de hundirlo un poco y arrancar de nuevo, y fue cuando sentí otra vez una bestial picada. El carrete volvió a “cantar”, el animal tiraba como un condenado, luchaba de una forma endemoniada, resistiéndose ferozmente, estuve un rato aguantando sus arreones, el frente hasta mi posición prácticamente estaba libre, alguna piedra asomaba con la resaca de las olas, así que sin mayor novedad fui acercando al animal, varándolo esta vez por la izquierda de la roca, recuerdo que al agacharme para cogerlo, el mar me mojó hasta la cabeza, era lo de menos, tenía dos enormes piezas de tres y casi cuatro quilos de peso, cada una, era para estar contento.

     Seguí intentándolo un rato más pero al no conseguir ningún resultado, el agotamiento ya hacía mella en mí, optando por retirarme a pesar de quedar por lo menos una hora más de pesca, me encontraba saturado, pues el “vareo” con señuelos pesados como los “chivos” resulta agotador. Ah ¡por las “mingas y felpudos” no me desconcentré, pues yo mismo durante años practiqué nudismo en la playa de Barra!

miércoles, 30 de enero de 2013

CORRUPCIÓN, CORRUPCIÓN Y MÁS CORRUPCIÓN

     Los seres más mezquinos paradogicamente campan a sus anchas dentro de la democracia, sin que la ética política que se basa en valores como la justicia, el respeto, el servicio a los demás, la responsabilidad, la honradez, la imparcialidad, la profesionalidad y la transparencia, hagan mella en su conciencia. El negocio fraudulento, el robo, el expolio, la mentira, la hipocresía, la irresponsabilidad y la opacidad por desgracia, durante los años de la democracia fueron el pan nuestro de cada día: "ministros, diputados, senadores; presidentes, consejeros y diputados de comunidades autónomas; alcaldes y concejales; presidentes de diputaciones, altos cargos de partidos políticos, presidentes del Banco de España, directores generales de la Guardia Civil, delegados de Hacienda y de Aduanas, comisarios de policía, generales, coroneles y teniente coroneles, números de la benemérita, agentes de la policía nacional, autonómica y local, administradores de museos y fundaciones, presidentes de patronatos, directivos de equipos de fútbol, atletas, ciclistas, presidentes de federaciones deportivas, obispos, ecónomos, sacerdotes. Hasta famosos jueces e insignes miembros del Consejo del poder judicial acabaron en la cárcel o fueron separados de sus funciones. Las apropiaciones de fondos públicos se realizaron en todas partes, incluso en lugares que a priori costaba relacionar con actividades delictivas, como el Teatro Liceo de Barcelona y el Boletín  Oficial del Estado, La casa real y el Presidente del Consejo General del Poder Judicial" y ahora por último (de momento) el caso Bárcenas, el caso Puyol y familia, el caso Baltar, las eléctricas y sus puertas giratorias, los eres, Bankia, tarjetas black, preferentes, rescate bancario, Urgandarín, Rato, Monago, el caso Gurtell, Granados, Camps, Matas, Pantojas, Giles y Julianes, Diaz Ferranes, tranquilo Luís se fuerte, ordenadores destruidos, Genova restaurada en B, Palma Arena, operaciones púnicas, tejemanejes malayos  y ..... lo que te rondará morena.

       La punta del iceberg asoma y crece, cada vez vemos más y más corrupción y cuando pensamos que ya no queda más que ver, se descubre que debajo de la apariencia está sumergido un absceso purulento que todo lo infecta, corrompiendo a las más altas instancias del poder político del Estado. Como consecuencia de todo esto la desconfianza y la indignación crece y crece y ellos nos dicen que no es lo que parece.

NOTA. El párrafo entrecomillado pertenece a Inventario de Perplejidades de José Manuel Ponte, publicado en Faro de Vigo el 14/11/2011. El artículo original está disponible aquí.

martes, 29 de enero de 2013

Relatos de un pescador afortunado: VORÁGINE EN SAMIL


VORAGINE EN SAMIL
1-11-1994
                                                                                                                                                                                             
     Durante todo el mes de octubre, noviembre y hasta principios de diciembre de aquel glorioso año de l994, siempre que el mar reunía las condiciones adecuadas, siempre pescabas, con el transcurso de los años no volví a ver nada igual, tampoco el mar volvió a tener el mismo comportamiento, entiendo que a partir de ahí empezó un cambio a peor, que con el paso de los años se acentuó. Esta observación es compartida por la mayoría de los pescadores más veteranos, y por el gremio de los surfistas, que en aquel año se contaban con los dedos de una mano sus practicantes, eran pocos y disponían de mas días para surfear, e incluso en aquellos tiempos, pescadores y surfistas compartían la playa de Patos sin problemas de espacio. Con el paso de los años disminuyeron los días de olas, aumentando de tal forma el número de practicantes de surf, que ya se hizo imposible la práctica de la pesca deportiva.

     Pero retrotrayéndonos a aquel año, recuerdo que la tarde del día 31 de Octubre, dando un paseo por Samil, fui testigo de algo que me encendió la chispa para que al día siguiente madrugara, acercándome hasta allí para hacer una pescata memorable: Un veterano pescador ya jubilado, daba rienda suelta a su afición pescando en la parte mas oriental de la playa, lo hacía a fondo con bicho, el mar se prestaba a ello, pues revolvía con su fuerza todo el fondo del playal, sacando toda clase de bichería de sus escondrijos, dándose las lubinas un festín como pude comprobar por las picadas casi continuas que tenía el citado pescador. El hombre no era muy hábil, pero aún así y todo, había conseguido siete lubinas en un par de horas pescando, lubinas de un tamaño similar a las que yo llevaba un tiempo pescando: Primero en Sayanes, luego en Patos, llevando una semana con la pista perdida al pescado, estaba claro que se habían asentado en aquella zona, y como al día siguiente era festivo tocaba madrugar.

     Al día siguiente cuando llegué aún era noche, pero pronto empezó la primera claridad del día, la playa estaba desierta, imponía tal magnitud con un silencio solo roto por el estruendo de las olas. Como ya había salido de casa completamente pertrechado para la ocasión, en un “plis plas” ya estaba “vareando” con mi Toby de 25 gramos, que lanzaba con toda mi potencia, dejándola llegar al fondo de arena, para arrastrarla al principio para revolverlo, simulando la salida de un bolo enterrado, cuando el señuelo salía disparado con su nadar sinuoso era atacado de inmediato por la voracidad del cardumen de lubinas. Estaban esperando el nacimiento del día para comenzar una vorágine por su instinto salvaje, picaban rabiosas, con furia, desde un principio no me daban tregua, fui introduciendo lubinas en la red una detrás de otra, cuando complete la saca fui a vaciarla a la bandeja del coche dándome toda la prisa que podía, no había testigos, mejor. Cuando volví ya no sentí picada alguna donde minutos antes parecía tenerlas todas haciendo cola. La marea estaba bajando, era normal que el pescado se moviera, me desplacé unos doscientos metros a mi izquierda, con la esperanza de que el mar me permitiera cruzar a una gran piedra, que con la marea baja quedaba unida a la playa por una especie de tómbolo de arena, tuve suerte, con las botas de goma conseguí acceder a ella. Primero “vareè” por el frente de la piedra y a su izquierda, y no sintiendo picada alguna, acabé desplazándome a la derecha y empecé a lanzar en el sentido de las crestas de las olas, en paralelo a estas, y ahí sí, empecé de nuevo a clavar una detrás de otra hasta completar de nuevo la saca de red. A esa altura de la mañana ya empezaban a llegar los primeros visitantes a la playa, como el pescado comenzaba a picar de una forma mas espaciada, y el cansancio hacía mella en mí, opté por recoger y trasladarme con el pescado al coche para no alarmar.

     Como aún era temprano, me trasladé a la playa de Los Olmos, hacía el interior de la ría. No había un alma, el mar pintaba bien  y me tentó, bajé a hacer una pequeña prueba por si acaso y vaya si resultó. Empecé a varear desde una piedra a la que se podía acceder por la altura de la marea, que ya bajaba con fuerza, lanzaba por todo el frente, el mar de fondo daba una tonalidad obscura al agua ayudando al camuflaje del “rapala”, opción que consideré por el calado que allí había. No me equivoqué, una caw down, especial de once centímetros con la barriga naranja, ya me había dado muy buen resultado en zonas de calado y aguas tomadas. En el primer lance ya tuve una picada que no tenia nada que ver con las anteriores, el animal tiraba con fuerza y me obligó después de clavarlo a soltar el freno para trabajarlo con comodidad y esmero. Como el frente estaba libre de obstáculos, la dejaba correr de derecha a izquierda y viceversa, hasta que el animal perdía fuelle, no era un “robalo”, pero triplicaba en peso a las de primera hora, conseguí hacerme con cinco piezas que casi llegaban a los diez quilos, aquel día volví a señalar tres piezas más por la tarde, y en días posteriores seguí pescando en aquella zona y en Samil, pero ya en menos cantidad, hasta que a mediados de Noviembre se acabó el “chollo”. Primero por que disminuía el número de capturas, y después porque alguien se encargó de correr la voz y al final había más pescadores que lubinas.

     Yo tuve la inmensa fortuna de aprovechar los mejores días, y al final agradecí que el pescado se fuera de allí, pues acabé completamente saturado ya sin ganas de pescar por una temporada.    

domingo, 27 de enero de 2013

CONVENIENCIA INSOLIDARIA


     El Partido Popular está convirtiendo la crisis en la gran coartada para destruir las reformas que trajo consigo el Estado del Bienestar. Convierten las cuentas públicas en un  gran regalo fiscal para sus amigos delincuentes (esos que no tienen pintas de chorizos y que nunca van a prisión, a pesar que un solo robo de ellos supone más de mil de los que están allí alojados). Paradojicamente se cobra más a los trabajadores de la nómina y se perdonan las deudas a los defraudadores.

     Esta derecha predica que hay que privatizar lo público, que las subvenciones son injustas y que los impuestos elevados a los ricos no incrementan la riqueza del país. Si privatizan lo público es con el ánimo de favorecer a sus simpatizantes y empeorar las condiciones de los trabajadores, mediante el expolio de sus sueldos para aumentar su cuenta de beneficios. Las subvenciones son injustas porque se conceden a los mejor relacionados y no a los que más lo necesitan. Los impuestos dicen que son elevados, pero siempre quieren lo mejor y no escatiman gastos en lujos innecesarios. Demandas imprescindibles y además justas, las convierten por conveniencia insolidaria, en un complot de los perdedores contra ellos, que se consideran a si mismos ganadores y merecedores de su fortuna, renegando de sus semejantes más necesitados.

Relatos de un pescador afortunado: AL TRASLUZ


                                           AL TRASLUZ EN LA PLAYA DE ABRA
                                                               19-10-1994                                                                                                                                                          

     En aquel mismo mes de octubre unos días antes, había vivido una experiencia que ya relaté en Vorágine en Saians. Continué pescando con asiduidad, aprovechaba los días libres que por trabajar en festivo me correspondían dedicándolos a mi afición favorita. Pero ya no era igual, conseguía como mucho, media docena de piezas; y los días en que el mar se serenaba, no señalaba pescado alguno.

    Esa mañana transcurridas dos semanas desde las 23 robalizas de Saians, el mar estaba crecido. Las olas que formaba el mar de fondo se levantaban adquiriendo una altura suficiente para apreciar al trasluz la figura de lo que parecían múgeles (lisas), que nadaban en paralelo a estas. Me llamó la atención la gran cantidad de peces que se adivinaban con ayuda de la luz del sol a través de las olas. Eran ya cerca de las once de la mañana y me encontraba en la playa de Patos en Nigrán. Venía de Monteferro donde no había señalado pescado alguno, por lo que decidí parar en la playa al ver un mar especialmente atractivo para la pesca. Las olas grandes pero no en exceso, rompían monotonamente acompasadas. El mar de fondo removía pequeñas piedras que resonaban en medio del estruendo de las olas, que al romper sobre la playa revolvían el fondo arenoso enturbiando las aguas que parecían hervir. Un manto blanco de agua muy oxigenada se extendía con profusión a lo largo de toda la playa; a lo ancho tenía un recorrido de hasta cincuenta metros. El vadeador de neopreno me permitía avanzar hasta el centro de la franja, el agua por veces me llegaba hasta la cintura. El ruido acompasado, una especie de ronquido burbujeante, te relajaba y desconectaba de toda cosa que no fuera la acción de pesca.

     Con la caña en alto y armado con una cucharilla Toby de 25 gramos, que relucía con el reflejo de los rayos del sol, me dispuse a lanzar por detrás de donde las olas empezaban a levantar. Cuando estas llegaban a su plenitud me costaba sobrepasarlas, por eso esperaba a su desplome para lanzar y así aprovechar que el arranque de la cucharilla coincidiera con el arranque de la siguiente ola. Las siluetas de lo que yo creía múgeles (lisas), se dejaban ver al trasluz.

     Lanzaba con toda la potencia que podía y esperaba que el señuelo llegara al fondo, pues al ser arenoso no había peligro de enganche. Esperaba al arranque y levante de la ola para recoger. Lo hacía con rapidez, saliendo la cucharilla disparada del fondo entre la arena, simulando la huida  de un bolo (lanzón), pez de sinuosa figura que pasa la mayoría del tiempo enterrado, y que, cuando el mar rompe en la arena, lo obliga a salir culebreando, siendo un manjar exquisito para las lubinas. Cuando la cucharilla se encontraba en medio de la ola, donde nadaban en paralelo a la costa lo que yo pensaba que eran mújeles, sentí la primera picada. Por supuesto no era un mújel, ya que estos no atacan señuelos artificiales y menos en movimiento, no por que sean más listos que las lubinas, sino por su incapacidad para tragarlos. Efectivamente era una hermosa lubina de casi un kilo, una lubina de ración como decimos entre nosotros. Luchaba haciéndome frente con bravura, intentando zafarse del anzuelo que había mordido, pero pronto acabó por entregarse. Gracias a una bolsa de red que llevaba colgada a mi espalda, pude ir acumulando una detrás de otra, hasta que fueron espaciándose las picadas y sus figuras iban desapareciendo del nervio central de las olas, era gratificante pescar de aquella manera, sentir el frescor del agua rodeándote y salpicándote, la presión del agua abrazándote las piernas. Pero lo que más a gusto me hacía estar, era el ronquido ronroneante acompasado del agua, que al explayarse burbujeaba hasta la orilla. Además el paisaje en un día tan claro era espectacular, a mi izquierda Monteferro, rodeado de bajos de piedra donde el mar centelleaba, de frente el espectáculo de las olas dejando ver a su través las Islas Cies y la costa del Morrazo, a mi derecha la Playa de Patos, que se extendía hacia el interior de la ría, a mi espalda la playa de arena finísima y más arriba los montes de Sayanes, formados por frondosos pinares. No se podía pedir más, era como estar en el paraíso, tanta belleza junta parecía dañar la vista.

     Pasadas ya las doce, el pescado dejó de dar señales de vida, poco a poco fue apagándose la actividad, ni se sentían ni se dejaban ver al trasluz. Comprendí que era el momento de dejarlo, me sentía satisfecho pero cansado. Me retiré con la red casi completa de lubinas, llevaba una decena de piezas y la satisfacción de vivir un momento único, casi mágico ¡Que más se podía pedir, continuaba siendo un pescador afortunado! 







sábado, 26 de enero de 2013

SI, TAMBIEN SOY UN ANTISISTEMA

     Si, yo también soy un antisistema a pesar que para el sistema soy un ciudadano modélico, tan perfectamente integrado que paso completamente desapercibido. Para el sistema no soy más que un número de los muchos millones que controla: no consto como conflictivo ni alborotador, no tengo antecedentes penales de ningún tipo, no debo ni me deben dinero, pago los impuestos que el sistema me obliga, nunca he hecho uso de la justicia, lo imprescindible y mínimo de la sanidad y nunca jamás he recibido ayudas o subvenciones del Estado, tampoco he pedido crédito alguno a la banca. Gracias a mi sentido de la responsabilidad, a la suerte y a mi esfuerzo personal cuido de mi mismo procurando no ser una carga para los demás.

     A pesar de que a mí personalmente no me va del todo mal, me siento solidario con los demás y  me cabrean los abusos de los ricos y poderosos, me indigna la hipocresía, mentira y falsedad de instituciones como el Gobierno, la Banca y la Iglesia, y lo que es peor, el abandono de la Justicia para con los más pobres y necesitados, que confiados en lo que ellos creían buenas intenciones y en el amparo del Gobierno, se ven ahora abandonados a su suerte en manos de banqueros y financieros sin escrúpulos que los engañan y estafan, y de una Iglesia que predica mansedumbre y resignación.

      Partidos políticos de izquierdas y sindicatos han sufrido una metamorfosis, han combertido la lucha común y el interés único de la clase trabajadora en una lucha intestina por el interés partidario, rompiendo en mil pedazos la unión de una clase social que ahora se ve al pairo, mientras las instituciones políticas y sindicales se han fundido en un sistema que solo funciona para una minoría muy poderosa e insolidaria.

      Esto lleva camino de ser como la ley de la selva, donde cada uno se buscará la vida como pueda; la ignorancia, la insolidaridad, el egoísmo y la hipocresia social nos lleva cara al abismo. El sistema está caduco y agonizante, yo reniego de este sistema... si yo también soy un antisistema.

viernes, 25 de enero de 2013

Relatos de un pescador VORÁGINE EN SAIANS


VORAGINE EN SAIANS
12-10-1994
 
    Aquel mes de Octubre disponía de una semana de vacaciones, y ese día madrugué con la esperanza de pescar alguna lubina. Aún era noche cuando llegué a Bayona, me encaminé por la carretera de la costa que lleva hasta La Guardia, el mar rompía con violencia contra las rocas, no estaba mal pero su estado limitaba las opciones de pesca, así que me dirigí hacia la ensenada situada a la derecha de Punta Centinela, pues era la opción más razonable junto a dos pequeñas ensenadas de Santa Maria de Oya. Empezaba a amanecer cuando llegué a la primera postura, el mar trabajaba un punto por encima del ideal pero tomando precauciones se podía intentar. Bajé el pequeño acantilado que me abrigaba del sur, aun que aquel día el tiempo era estable y soleado, fui allí porque el mar perdía parte de su fuerza y me ofrecía una cierta seguridad. Trabajé la zona con diversos señuelos, pero no señalé pescado alguno, así que continué con la visita a Santa Maria de Oya, y lo único que tenía después de dos horas era un completo y desolador capote y opté por dejarlo.

   Cuando venía de regreso con la intención de volver para casa, observé desde la antigua carretera del tranvía a la altura de Saians, como el mar trabajaba de una forma interesante, así que decidí bajar hasta la playa más que nada por matar el tiempo, no tenía nada mejor que hacer. Efectivamente cuando llegué las condiciones no eran malas: la playa estaba limpia de algas, la marea llevaba bajando cuatro horas, el mar rompía resonando con fuerza y el agua tenía una cierta turbidez . Pero lo que mas me llamó la atención, fue que en el centro de la playa se formaba un gran remolino que revolvía el fondo arenoso, recordándome experiencias pasadas en la Costa da Vela (Donón), donde en el mes de Agosto de ese mismo año en un remolino similar, había tenido un día inolvidable con la pesca de 17 lubinas. Así que me dispuse a probar, aprovechando la oportunidad para experimentar con un tipo de cucharilla que hasta ahí nunca había utilizado, y que me había recomendado el dueño de la armería Atlántica, Tonino para los amigos también pescador y mejor persona, me insistió hasta convencerme, para que me llevara y probara un tipo de cucharilla que según él era muy pescadora, y que al parecer estaba causando furor en el mediterráneo. Era la Toby de 25 gramos, que en precio casi triplicaba a la Evy de 28 gramos, siendo esta última la mas requerida por su competitivo precio. Le hice caso y me hice con un par de ellas. Así que monté la caña con la cucharilla recomendada y me dispuse a probarla.

   Lancé por encima del remolino, al que sobrepasaba con facilidad, recordando la táctica de Donón, la dejaba llegar al fondo y la arrastraba unos metros al principio, apurándola a continuación para traerla a medias aguas, procuraba arrancar con fuerza al pasar por el centro del remolino, y ya en el primer lance, poco después de sobrepasarlo sentí la primera picada, fuerte y seca pero no muy potente, pero sí lo suficiente para ofrecer cierta resistencia, cuando conseguí arrimarla, observé que no venía sola, un grupo la acompañaba casi hasta la orilla. Tenía conmigo una bolsa hecha con red de pesca, mientras introducía en ella al animal ya pensaba en que probablemente iba a repetir la operación mas de una vez, lancé de nuevo hacia el remolino, al salir de el se repitió la picada, y así una y otra vez hasta ocho veces, piezas todas ellas de entre 600 y 800 gramos de peso, se me hacía tarde y como ya hacia un rato que no sentía picada alguna, decidí irme a casa a comer.

   Después de comer volví ansioso a Saians. El mar estaba subiendo y soplaba una ligera brisa, el remolino prácticamente había desaparecido. Monté la caña y me dispuse a reiniciar la “pescata” de la mañana, pero después de intentarlo numerosas veces a lo largo de la playa, llegué a la conclusión  de que el pescado ya no estaba allí. Había que buscarlo. Primero me desplacé a unas rocas a mi izquierda y después de trabajar esa zona tampoco las encontré, entonces atravesé la playa y las busqué a la derecha donde hay una pequeña ensenada, postura conocida por un monolito de piedra que jalona un pequeño mirador. Me situé sobre una roca, que con mar y la marea alta la resaca moja, aquel día el mar por veces salpicaba, me acomodé en la piedra y comencé a lanzar al frente donde el fondo es arenoso, dejaba llegar la cucharilla hasta el lecho de arena para arrastrarla unos metros hasta que esta subía por inercia, no tardé mucho en sentir la primera picada, era una robaliza similar en tamaño a las de la mañana, volví a lanzar una y otra vez con el mismo resultado, ya había perdido la cuenta de las capturadas, era tal la vorágine que cuando se me soltaba una al arrastrarla, venía otra y atacaba la cucharilla, comían con una avidez desaforada. La mancha de pescado a medida que iba pescando robalizas se venía acercando a tierra. Era espectacular, había cientos, ¡que digo!, miles de robalizas y no exagero, se que cuesta creerlo, pero fue tan cierto como que algún día me tengo que morir. Al lanzar y capturar pescado una y otra vez, el esfuerzo al que estaba sometiendo al carrete era muy grande, y este, que ya estaba algo tocado por el uso, se resintió averiándose; aun que el carrete recogía, cuando la fuerza de una lubina le hacía frente este se atoraba y no iba. No llevaba otro de repuesto, así que continué pescando con el y cuando tenía un pescado clavado, literalmente lo arrastraba levantando la puntera de la caña hacia arriba y atrás, al aflojar, el carrete recogía el sedal que había arrastrado, era agotador, comprendí que así no podía seguir, acabé perdiendo una hora de pesca que era lo que faltaba para el anochecer. Recogí el pescado que tenia ciscado a mí espalda por varios huecos de la roca, 23 piezas en total, que sumaban unos quince quilos, no estaba mal, pena de carrete averiado, seguramente hubiera pasado de las treinta. A partir de esta experiencia procuré siempre, al ir a pescar, llevar conmigo un equipo de repuesto, pues no era cuestión de perder las oportunidades que como cuentagotas la fortuna iba poniendo en tu camino.   

miércoles, 23 de enero de 2013

CORRUPCIÓN ENCUBIERTA

      Vaya, vaya, vaya; hay que tener cojones que con la que está cayendo, a estos elementos del peperismo sólo se les ocurre amnistiar a los delincuentes de cuello blanco, será por que estos delincuentes son en su mayoría militantes, simpatizantes y votantes del partido gobernante, su hábitat natural. Sus amiguitos del alma que durante la década prodigiosa se dedicaron a robar, expoliar, defraudar y engañar a la hacienda pública, todos los años del boom económico (ocho años por 70.000 millones de euros, total 560.000 millones), se encuentran ahora con el regalo de llevar una vida de personas honradas a cambio de devolver unos 2.500 millones, o sea que esos delincuentes pasan a ser personas decentes y además con el premio de lavar un capital procedente en muchos  casos de negocios inconfesables.
     
       La mayoría de estos elementos tienen tan bien  amañados sus entramados societarios que se hace casi imposible desvelar el destino de los capitales opacos a la Hacienda Pública, y si además cuentan con que el cuerpo de inspección de hacienda tienen orden de no perder el tiempo investigándolos, y si como parece muchos de los que nos gobiernan o nos han gobernado desde los puestos de máxima responsabilidad están pringados en la mierda de la corrupción, ni siquiera aprovechan  esta oportunidad ya que al tener a  algunos responsables y ex responsables del  partido gobernante muy bien untados, el gobierno se ve extorsionado y no tiene redaños para tirar de la manta por miedo a las consecuencias, como siempre  los de siempre se van de rositas y sin pagar un duro.

   

lunes, 21 de enero de 2013

Relatos de un pescador afortunado: EL GENERAL Y LA TROPA


EL GENERAL Y LA TROPA
21-08-1994
 
   Aunque estaba de vacaciones aquel día madrugué, porque sabía que si quería ser protagonista de un episodio memorable de pesca tenía que ser así. Cuando me levanté aún era noche cerrada, debía darme prisa, pues tenía que estar encima de la piedra justo al empezar a romper el día, piedra a la que me había encaramado en distintas ocasiones con desigual suerte. Pero yo esa mañana estaba convencido de que era mi gran oportunidad.

     Cuando bajaba por el acantilado apenas veía como mis pies enfilaban con lentitud y aplomo, por el sinuoso sendero que discurría entre tojos que arañaban mis piernas: no tenía sensación de peligro, estaba familiarizado con cada piedra, curva y escalones que lo conformaban, así que lento pero seguro accedí a la gran roca, que a pesar de su altura, cuando el mar se embravecía con virulencia la arrasaba, hasta mojar los últimos tojos del camino. Pero aunque aquel día el mar roncaba y se estrellaba estruendosamente contra la roca, lo hacía de una forma moderadamente acompasada, sonaba fuerte pero con una armonía relajante, la marea estaba bajando y poco a poco las olas iban rompiendo cada vez más lejos. La gran roca, a medida que perdía altura, se introducía en el mar; la punta, cuando la marea estaba llena, quedaba aislada, pero cuando yo llegué ya era accesible. Me encaramé a ella, el mar golpeaba en su base abriéndose y estrellándose a ambos lados lavando mi retaguardia. Arriba me encontraba cómodo y seguro, a pesar de que de vez en cuando el mar me salpicaba. Desplegué mi caña y monté un “rapala”, vareando a mi alrededor, y en mis dos primeros lances conseguí dos preciosas lubinas. Mientras, aclaró el día; la mañana prometía, pero a pesar de mi insistencia durante casi una hora no sentí picada alguna. Empezaba a descorazonarme. Entonces, al ver que la marea había bajado de tal forma que a mí izquierda, el mar ya no golpeaba contra las rocas, si no que rompía antes sobre el fondo arenoso reventándolo y formando una especie de gran remolino, cambié de ubicación y decidí cambiar el “rapala” por una cucharilla de 28 gramos que me permitía alcanzar la zona del remolino. Lancé sin demasiado entusiasmo; nada conseguí hasta que decidí arriesgar dejando bajar la cucharilla al fondo, al ser el lecho de arena la traje arrastrándola unos metros hasta empezar a acelerar para poder librar unas pequeñas rocas que había por delante y, justo ahí, sentí una picada potente y una lucha de un animal de cierta enjundia. Efectivamente, cuando conseguí vencer al animal y sacarlo a tierra, este andaba por cerca de los dos kilos de peso.

      Animado por el trofeo que acababa de conquistar, repetí el lance con parecido resultado, y así una y otra vez, hasta catorce veces, robalizas todas ellas de entre un kilo y medio y los dos.

     Pero lo mejor estaba por llegar. Eran ya cerca de las diez de la mañana, llevaba  casi dos horas de éxtasis continuo, mi espalda comenzaba a resentirse y, de repente sentí una picada descomunal, tan fuerte era la tracción del pez, que por mi falta de pericia y poca experiencia; -todavía no controlaba demasiado bien la forma de regular la fuerza de la tracción del carrete- tenía demasiado apretado el regulador y además el freno puesto, así que estuvimos el pez y yo tensando el sedal un rato bastante largo, que a mí se me hizo eterno, hasta que por fin el animal empezó a ceder y esto me permitió ir acercándolo, no sin trabajo al pié de la roca donde yo me encontraba, al ser esta lisa y en forma de rampa me permitió vararlo y, sacarlo sin mayor dificultad a pesar de doblar en peso a las anteriores. Rápidamente volví a lanzar esperando una nueva picada, pero después de varios intentos comprendí que “la batalla” estaba acabada, era como si hubiera capturado al general que las dirigía, retirándose estas del campo de batalla.

      El sol empezaba a picar, había que darse prisa, recoger y marchar, pero surgió un problema por falta de previsión, llevaba conmigo un par de bolsas de plástico y, ¡horror!, cuando empecé a subir el acantilado se rompió el fondo de las bolsas, rodando las robalizas por el suelo. Recogí el pescado y lo lavé en una poza; tenía un problema y no sabía cómo resolverlo, lo intenté trenzando el sedal de pesca, pero no resistió. Empezaba a desesperar, me veía subiendo y bajando el acantilado varias veces hasta el coche y no me sentía con fuerzas. Llevaba conmigo la cazadora de un chándal y, desesperado, iba a intentar la confección de un saco cuando veo que mi salvación la tenía en la mano, ¡el cordón del cuello del chándal!, por fin había dado con la solución. Así que hice un rosario con el pescado y, cargándolo al hombro, me dispuse a subir por el sendero del acantilado. El pescado colgaba de mi espalda y cubría mi pecho hasta las rodillas. Al poco empecé a resoplar, pues la cuesta era en algunos tramos muy empinada, obligándome a parar de vez en cuando para coger resuello. El sol me daba implacable en la cara, estaba reventado pero me animaba el pensar que arriba, al final del acantilado, estaba el final de mi sufrimiento. Cuando llegué al coche, un Passat del 88, mi alivio fue total, introduje el pescado en el maletero y en ese momento fui consciente de que varias personas me observaban con interés. Arranqué el coche y me dirigí al camping de Nerga donde estaba acampando.

   Eran casi las doce del día 21 de Agosto de 1994, domingo para ser más exactos. Cuando llegué procedente de Donón, recuerdo que fui a buscar dos cubos de agua salada para lavar el pescado, lo repartí por las distintas neveras del camping para no echarlo a perder, y parte del pescado lo regalé a aquellos que me lo conservaron hasta el día siguiente que lo llevé al Berbés. Lo que más lamento es que no poseo ninguna foto de esta para mí, “hazaña”, pues aún tardé en ser plenamente consciente de la dificultad y mérito de este hecho, al que no le di mayor importancia hasta que con la perspectiva del tiempo lo empecé a valorar en su justa medida.

   POSDATA:
    Sobre el interés con que un grupo de personas me observó. Considero que debo de continuar el relato sobre lo que aconteció esa misma tarde.
     Después de disfrutar, digerir y gestionar los acontecimientos de la mañana, a la tarde volví con la intención de seguir pescando y, entonces entendí el porqué del mencionado interés: Aprovechando que el mar perdió parte de su fuerza, aquel grupo organizó una actividad ilegal como es el “valo” (rodear la zona con redes y desde una o varias embarcaciones situadas dentro del circulo, golpear con los remos para que el pescado huya en estampida y quede “mallado”, enganchado en la red). Indirectamente, por mi ingenuidad fui en parte responsable de aquel latrocinio, perpetrado por “profesionales del mar”, pues eran “percebeiros”. Después de este expolio profesional, las lubinas no dieron señales de vida en esa zona en mucho tiempo.
     Hay que procurar siempre que sea posible, mantener fuera de miradas indiscretas el fruto de nuestro esfuerzo como pescador deportivo, pues la falta de escrúpulos de algunos acaban arrasando con todo.

ASI SE LAS PONIAN A FELIPE II

     Rajoy tiene una oportunidad de oro para lucirse amputando la corrupción, si de verdad es una persona honrada, ética y limpia, ahora es su momento, demuéstrelo o calle para siempre.

     Sea valiente y denuncie ante los tribunales todo lo que sabe, no se corte y haga limpieza de arriba abajo, que no le tiemble el pulso, demostraría a todos su integridad y quedaría su gesto grabado en los anales de la historia, seria usted una figura amada y respetada por todos: derechas, izquierdas, ricos y pobres, empresarios y autónomos, trabajadores parados y en activo, amas de casa y jubilados, todos absolutamente todos los españoles le venerarían para siempre. Es su oportunidad, aprovéchela, pero me da que va ser que no.

domingo, 20 de enero de 2013

NUESTROS ABUELOS SE QUEJABAN MENOS

     Empiezan a decir que nuestra economía se recuperará este año de forma gradual, si esto es así, cosa que dudo, no me parecería mal, sólo espero que esa gradualidad conlleve la recuperación económica y de derechos de los trabajadores, cosa que aún dudo más. Los ricos son ahora mismo mucho más ricos y poderosos, y quieren serlo mucho más en el futuro, han conseguido aumentar sus márgenes de beneficios, hasta límites que les eran insospechados antes del comienzo de la crísis económica que con tanto esmero crearon para si mejor explotarnos, no van a dar un paso atrás si nosotros  no lo evitamos.

      Los tiburones depredadores de los trabajadores y sus familias, cuentan con la ayuda de sus estómagos agradecidos casi todos los políticos de derechas y muchos que se autotitulan de izquierdas, a todos les mueve el interés particular e insultan la inteligencia ajena con comportamientos y declaraciones de intenciones que son obscenidades y pura demagogia. Cuando la verdad es que utilizan el miedo como disciplina para paralizar nuestras demandas, asustando a la población con el objetivo de que acepten lo que le digan hasta su rendición total. Como dicen adláteres a su servicio; nuestros abuelos se quejaban menos y trabajaban más, y yo les digo ¡qué remedio! si no querían ir a pudrirse a un cementerio, a estos demagogos se les ve el plumero.

sábado, 19 de enero de 2013

Relatos de un pescador afortunado: EXPERIMENTANDO


EXPERIMENTANDO
1.989
     A finales de los años ochenta del siglo pasado, después de mi primera experiencia en octubre de 1986, continué pescando en los muelles con camarón vivo. No se me daba mal aquel tipo de pesca, desde mi primera experiencia hasta el verano de 1990, prácticamente empleaba buena parte de mi tiempo libre pescando en los muelles, con la excepción de las vacaciones y alguna que otra visita a la costa de Cabo Estay, donde también en alguna ocasión pesqué con camarón y boya. Por aquella época empezaba a pasar las vacaciones de verano acampado en Cabo Home, donde pescaba a fondo, todavía no se me había ocurrido practicar el “vareo” (spinning). Las pocas lubinas que capturaba recuerdo haberlas pescado a fondo con calamar como cebo y excepcionalmente alguna pequeña con bicho, lo habitual con este cebo era pescar bogas, mújeles, castañetas bravas, y algún pinto o maragota.

     Mis mejores experiencias seguían siendo en el muelle pescando con camarón, de esta manera acumulé cientos de experiencias donde pescaba lubinas de un tamaño menor, aunque algunas, las mayores superaban por poco el quilo. Todo esto me sirvió para ir haciéndome como pescador y comprender poco a poco el cuando,  el como, y el porqué tan importante en este tipo de pesca tan selectiva.

     Tengo una escena gravada en mi memoria que no se me olvidará nunca. Una tarde de verano, el sol iluminaba dándole una claridad inmaculada al día, yo me encontraba pescando en Bouzas empleando como cebo camarón, iba recorriendo los diversos muelles y dársenas en busca de alguna lubina que llevar al cesto, en una esquina de una de las dársenas interiores el sol penetraba a través del agua, iluminando una zona que hacía contraste con la sombra que proyectaba una embarcación que estaba allí atracada. La marea estaba baja y el sol iluminaba con meridiana claridad incluso el fondo, donde para mi sorpresa vi  como un grupo de lubinas se mantenían casi inertes en la zona soleada. Yo me situé de tal forma que el sol me daba de frente y mi sombra se proyectaba hacia el muelle, procurando pasar desapercibido. Con sumo cuidado hundí la línea de la que pendía un camarón vivo, y fui acercándolo a la zona donde las lubinas permanecían indiferentes a todo lo que las rodeaba, la llegada del camarón parecía para mi desesperación, no enturbiar el comportamiento indiferente del grupo, de repente una de las robalizas, la más pequeña del grupo se acercó al camarón, este se movía con desesperación, y cuando parecía que lo iba a comer, lo golpeó con el cuerpo como apartándolo y siguió merodeando por la zona ignorando tan exquisito manjar. Yo sorprendido por esta forma de actuar no hice nada y me quedé muy quieto observando aquel comportamiento, que yo tildaba cuando menos de extraño pero interesante, pacientemente esperaba a que aquellos animales reaccionaran de la forma en que yo consideraba más racional, que era que acabaran por comer el camarón o que por el contrario se alejaran, pero ni una cosa ni la otra sucedió, allí continuaban indiferentes a todo, incluso llegué a sospechar que a pesar de mi cuidadosa puesta en escena, eran conscientes de mi presencia. Pasado un tiempo, en la lámina de agua, algunos pequeños objetos que por allí flotaban, empezaron poco a poco a moverse y a trasladarse, empezaba a subir la marea con fuerza y el grupo de robalizas comenzaron también poco a poco a merodear en busca de alimento, una de ellas, la más grande fue directamente a por el camarón, al que golpeó con su cuerpo y acto seguido embocó por la cola tragándolo. Rápidamente al sentir como tiraba de la línea, levanté la caña, pues ella misma se había clavado, el grupo al ver que esta subía la siguieron hasta que desconcertadas la vieron desaparecer. Volví a encarnar otro camarón y se repitió la misma forma de proceder, pero lo curioso es que empezaron a aparecer más robalizas, pienso que atraídas por la actividad de las que comían unos camarones que arrojaba para entretenerlas y no se fueran. Empezaba a ser consciente de que estaba siendo testigo de algo muy peculiar y difícil de ver con aquella claridad. Llevaba capturado cerca de una decena de piezas, cuando la última al tirar y recoger para subirla, a medio camino se soltó, el animal dolorido y desconcertado huyó rápidamente del lugar, llevando consigo al resto que seguían la estela descontrolada del animal herido. Si se tiene el pescado al alcance y encelado con tu señuelo, es letal que se te suelte una, porque en su huida arrastrará a las demás, siendo mejor abandonar la zona y buscar otra lo más alejado posible, a no ser que haya tal número de ellas, que la confusión no alcance a todo el grupo, si esto alguna vez nos sucede hay que pensar que estamos ante un cardumen de extraordinarias proporciones. Algo que a lo largo de una vida pescando sucede en contadas ocasiones (ver Vorágine en Sayanes).

     Siempre hasta aquí había pescado con cebo natural, nunca había experimentado con artificiales, pues en aquel tiempo era un descreído, no concebía que un pez podía ser engañado por algo no comestible y además inerte al que había que darle vida, consideraba que aquello era algo muy difícil de lograr. Hasta que un día fui testigo de algo que revolucionó mi manera de pensar. Observé por casualidad como un joven pescador desde una embarcación,  con una caña lanzaba y recogía continuamente un señuelo que yo no alcanzaba a ver con claridad. Sabía del uso de artificiales como “cucharillas” y “rapalas” en ríos y en la rompiente de la costa de mar abierto, pero nunca había visto hasta allí hacerlo en aguas interiores y tranquilas de los muelles. Fijé mi atención en él, y vi como levantaba un pez que me pareció una robaliza y no tardando mucho levanto otra, y otra, continuando sucesivamente con aquel ritual que a mí me estaba rompiendo todos los esquemas, haciendo que me replanteara mi manera de pescar. Creo que el pescador no fue consciente de que le estaba observando, poco a poco se fue acercando al muelle y alcancé a distinguir el señuelo que empleaba, era un pequeño rapala que manejaba con maestría: lanzaba y al contactar el señuelo con el agua no recogía de inmediato, sino que dejando el sedal en banda dejaba que este se hundiera unos metros para empezar a recoger, cosa que hacía con paradas intermitentes y pequeños cambios de dirección con la puntera de la caña. Lo que acababa de ver me dejó asombrado y lleno de curiosidad por experimentar aquella forma de pesca. Así que me dirigí a una armería donde me hice con varios “rapalas” que allí me recomendaron. Recuerdo que ojeé un folleto de propaganda de la casa “rapala”, donde hacía unas recomendaciones sobre colores a emplear, aquello llamó poderosamente mi atención, pues hasta allí siempre había pensado que los peces no distinguían colores, sino que lo máximo que distinguían eran distintas tonalidades. Elegí unos pececillos de nueve centímetros hundibles de tres colores diferentes: uno gris (color original) el más aproximado al color real, otro azul pálido, y finalmente uno con la barriga naranja, conocido por especial, este último era el que con más reticencia llevé, por su aspecto poco natural. Pero habría de ser este último, con el que me estrenaría con una pescata memorable una tarde en Bouzas, donde prácticamente sin fallar lance conseguí pescar más de treinta lubinas, el que de verdad me enganchara definitivamente a este tipo de pesca. A partir de ahí el “Countdouwn especial” de 9 centímetros en los muelles y más tarde el de 11 cm. en la costa, me ofrecieron jornadas inolvidables de pesca. Durante unos años idealicé de tal forma este artificial que prácticamente olvidé y descarté definitivamente el empleo de cebo natural para pescar. Resultaba muy cómodo y limpio, ofreciéndote más libertad de movimiento y poco a poco me fui alejando de los muelles, empezando a visitar asiduamente la costa, menos prolífica pero más satisfactoria. La naturaleza salvaje del mar abierto ejerció sobre mí un atractivo que me cautivó para siempre.
   

CORRUPCIÓN Y ÉTICA

     Con ingresos de  200.000 euros al año, que ya es ingresar, algunos hacen milagros como el de Jesús con los panes y los peces, alcanzan a la vuelta de siete años un capital de 22 millones de euros, sin otra actividad conocida que la administración de donaciones  "altruistas" de grandes empresas y corporaciones; como constructoras, eléctricas y petroleras. Dicen que esta práctica es legal siempre y cuando se haga con transparencia y los dineros no acaben en los bolsillos de algún o algunos vivales. Lo que es sorprendente es que nadie se pregunte a cambio de que dan estas empresas tanto dinero para el engrase de la economía de un partido que ostenta el poder, no será que siembran para después recoger en forma de laxitud en el control y en el facilitarles mediante leyes y artilugios complementarios la explotación de sus clientes contribuyentes, cautivos de unos negocios donde la libre competencia brilla por su ausencia.

     La corrupción es algo intrínseco al ser humano, la ética se aprende con la educación y  es el valor más importante de una persona y por ende de la sociedad. Si la clase dirigente de este país, que sobre el papel es la mejor educada no demuestra tener ética de ninguna clase, hacia donde vamos. Es urgente que las personas capacitadas y eticamente correctas (que las hay) den un paso al frente, sino vamos a acabar mal, muy mal .

viernes, 18 de enero de 2013

Relatos de un pescador afortunado: LA CAÑITA Y EL CAÑÓN

                                                       LA CAÑITA Y EL CAÑÒN
1-11-1988                                                                                                                                                


      Aquel festivo, día de Todos los Santos, llegué a Bouzas al amanecer con la intención de pasar una agradable mañana de pesca. El día anterior, había capturado aprovechando la bajamar, un puñado de camarones, que mantuve vivos en un vivero hecho con un viejo bote de plástico. Aquel día al contrario de otros muchos, no logré dar con las lubinas y a las diez de la mañana estaba completamente desanimado, ya que no había sentido ni una triste picada. Llevaba un tiempo pensando en dar el salto y empezar a visitar la costa para vivir una experiencia nueva. La pesca en los muelles aunque era muy productiva, empezaba a hacérseme muy monótona y algo aburrida. Hablando con otros pescadores más expertos, me comentaban, que en la costa rocosa de mar abierto también se podían pescar lubínas, con la ventaja de que, en cualquier momento, podrías tener la sorpresa de una gran captura, ya que en los muelles, raramente los animales que pescaba pasaban del tamaño de un kilo. El problema que se me planteaba era la técnica a emplear, que difería de manera radical a la empleada en los muelles y con el añadido de lo peligroso que resultaba para un novato como yo. La falta de experiencia para moverme en un ambiente, que por veces se volvía muy hostil, había que tener unos conocimientos mínimos del comportamiento del oleaje, mareas, posturas de pesca, etc.,. De vez en cuando me llegaban comentarios de accidentes y sustos que sufrían algunos pescadores poco avezados, e incluso de veteranos que, por exceso de confianza, llegaban en algunos casos a perder la vida al ser arrastrados por el mar.



     Todo esto hacía que yo me fuera retrayendo y me costara dar el paso de ir a pescar a la costa, pero la pasión por la pesca había arraigado en mí de tal manera, que acabé por ir, al principio con algunos pescadores veteranos, que pescaban a fondo con cebo natural. Estos empleaban cañas, en algunos casos de cinco o más metros, armados con grandes y potentes carretes, que llenaban con sedales de un grosor del 50, usando plomadas de hasta 250 gramos para buscar un lance largo y profundo. Esta experiencia no me enganchó. Eso de estar a la espera, a veces horas y horas sin hacer otra cosa, que mirar para la caña o recoger todo el equipo y, trasladarlo a otra postura, con el machaque y cansancio que eso suponía, no se había hecho para mí. Por aquellos años se empezaba a practicar, ya de una forma evidente, el “vareo”, una técnica que imitaba los lances de artificiales en el rio: cucharillas y pequeños peces de madera de balsa, que tan buen resultado daban  para capturar truchas y salmónidos. Esta forma de pesca sí me llamó la atención, despertando en mí la curiosidad, pero lo curioso fue que la primera vez que visité solo y por propia iniciativa, la rocosa costa de Cabo Estay, utilicé la boya con cebo vivo como técnica de pesca, algo que no había visto hacer a nadie antes, pero que seguro que alguien ya lo habría hecho.

    Recuerdo con una claridad meridiana ese día de noviembre. Eran las diez de la mañana cuando arranqué para Cabo Estay, con la idea de experimentar con la boya. En menos de media hora ya estaba allí; pero aquello era una fiesta, no había piedra sin ocupar; al ser festivo, todo estaba lleno de cañas, todas a fondo. Reculé y retrocediendo sobre mis pasos, aparqué cerca del restaurante Sobréira, bajé por un camino de tierra que iba directo al mar, quedando a mi derecha un pequeño playal pedregoso. Pero opté por enfilar por un largo y estrecho camino, que circundaba los cierres de las fincas que daban al mar, y bajé por una pequeña cuesta muy empinada, que me condujo directamente sobre la rocosa costa.

    El mar rugía y las olas golpeaban continuamente sobre las rocas. Al llegar observé a mi derecha, en un saliente de piedra que daba al canal de entrada de una pequeña cala, a un veterano pescador de fondo con su “cañón” de cinco metros. Le saludé y el hombre me explicó que unos días antes había pescado allí mismo, con un calamar como cebo, un róbalo de casi cinco kilos, y que estaba intentando repetir la experiencia. Me observó con curiosidad, pues al verme la caña de 3.30 que traía en la mano, me dijo que si venía a pescar con ella, en aquel lugar y con aquel mar fuerte no iba a conseguir nada. Me sonreí y le confesé que venía con la intención de experimentar con una boya y, que era la primera vez que lo hacía en aquellas condiciones. Me vaticinó un fracaso absoluto. Yo no me desanimé por el comentario, venía a aprender y si el intento no funcionaba no pasaba nada. ¡Quedaban mas días que morcillas para intentarlo!, así que me encaminé hacia mi izquierda a la aventura, pues para mí todo era novedad.

    La marea estaba subiendo y casi era pleamar; buscaba algún hueco entre piedras donde remansara el agua, para poder experimentar con la boya. Me desplacé unos sesenta metros, hasta ver una zona rodeada de piedras, que conformaban una especie de poza grande, donde el mar entraba por un ancho canal orientado al oeste. En frente de mí, una roca grande rompía el mar, haciendo que este la sobrepasara, precipitándose y extendiéndose el agua muy oxigenada por todo el entorno. La barrera que formaba la piedra del frente, amansaba el agua facilitando la acción de la boya, manteniéndose esta en el centro de la poza, aunque retrocedía cuando el mar rebotaba contra las piedras de la orilla, y se arrimaba cuando la ola se precipitaba amainando en la poza. No me costaba demasiado trabajo mantener la boya en esa zona, moviéndose en un vaivén  continuo; sólo tenía que estar atento, a soltar o recoger sedal cuando la ocasión lo requería. No había demasiado calado, unos dos metros, pero suficiente para profundizar el pequeño plomo de bola, que obligaba a hundirse al camarón que utilicé como cebo.

    Ya en el primer lance, al poco tiempo de estabilizar la boya, esta comenzó a hundirse con rapidez. Al tirar y hacerle frente, sentí como tiraba un pez vigorosamente. Al recoger y arrimarlo a mis pies, ví como una preciosa lubina de algo mas de kilo pendía del anzuelo. Gratamente sorprendido por lo que acababa de suceder, después de guardarla en la cesta, volví a prender por la cola otro camarón y lancé al mismo sitio que la vez anterior, no muy lejos a unos tres metros de donde estaba situado, y no tuve que esperar demasiado para ver de nuevo como la boya desaparecía hundiéndose con rapidez. De nuevo una lubina de tamaño similar a la anterior asomó al recoger; y así una y otra vez sin fallar lance, totalicé siete hermosas piezas, que entre todas sumaron un peso de unos siete kilos. Al octavo intento ya no sentí nada y aunque insistí por los alrededores, ya no tuve ninguna picada más. Estaba hasta cierto punto sorprendido, pues ni en mis mejores sueños, esperaba empezar mi primer contacto con ese tipo de pesca, de forma tan afortunada. A partir de ahí, durante un tiempo, continué pescando con boya, pero ya nunca repetí cosa igual, como mucho cuando conseguía algo, a lo sumo eran dos o tres, y nunca pescado grande.

   Recogí mis siete lubinas y emprendí el camino de vuelta. El veterano pescador del cañón de cinco metros, continuaba en el lugar donde me lo había encontrado al llegar. Lo saludé de nuevo explicándole que sus augurios habían fallado estrepitosamente. El hombre no daba crédito a lo que veía, aunque, al final, tuvo que reconocer que, con aquel mar y con aquella “caniña” -como él con sorna la definió-, empleando la técnica adecuada, se podía disfrutar de una buena y afortunada jornada de pesca.






EL INTERÉS Y LA ESTAFA

       Los ladrones de cuello blanco sirviéndose de adláteres corruptos están entrando a saco en nuestros bolsillos, valiéndose del entramado político-judicial en que han convertido el sistema democrático nos tienen bien cogidos y de que manera nos exprimen la cartera. Aprovechan nuestra dependencia de lo imprescindible para hacer negocios inmorales y fraudulentos. Juegan con nuestros derechos (ver artículo 128 de la constitución) y nos engañan abusando de nuestra buena fe. Estos especuladores y sinvergüenzas, después de reventar el mercado inmobiliario, han buscado refugio en compañías eléctricas y petroleras, dejando tras de sí la ruina de millones de familias y no contentos con eso ya están todos de acuerdo para continuar su linea de negocio, haciéndonos pagar unas plusvalías infames por la electricidad y gasolinas que nos venden a precios desorbitados, arrasando por completo el ya precario estado del bienestar.

        Mientras tanto populares y socialistas junto a los nacionalistas de derechas dan amparo a estas prácticas, con la inestimable colaboración del poder judicial y la cúpula de la Iglesia, que bendicen esta masacre sin denunciar unas prácticas ilegales y pecaminosas contra el interés general, al que desde el punto de vista legal, ético y moral están obligados a defender.Estamos abandonados a nuestra suerte, esta deriva nos lleva al cáos precipitando unos acontecimientos sobre otros sin que nuestros dirigentes hagan nada por evitarlo, unos por qué no saben y otros por qué no quieren. Disimulan y dejan  pasar unos acontecimientos que los superan, con la esperanza, de que cuando el temporal amaine ellos continúen acaparando riqueza y relevancia social, siempre a costa del susodicho interés general.

       Altos excargos de los partidos que tocaron el poder acaban  en los consejos de administración de grandes empresas que fueron públicas y que esos partidos ayudaron a privatizar, reservándose un 20% de los puestos de los citados consejos, donde se acomodan a políticos que tuvieron responsabilidad de gobierno y que hay que contentar de alguna forma para que no incordien al sistema, es una forma de seguir cebándolos para que no digan inconveniencias. Entre todos ellos ingresan unas canongías que suman muchos millones de euros, euros que nos cargan en los recibos a los clientes-contribuyentes estas empresas: compañía de aguas, gas y electricidad, petroleras, bancos, empresas de telecomunicaciones, etc. Esto no es un juego inocente, aquí existe una estafa encubierta, que atenta contra los ya menguados ingresos de los trabajadores, pensionistas y familias que están sufriendo las consecuencias de una crisis salvaje y demoledora.

       Todos estos delincuentes son conscientes de que su sueldo es un sueldo robado, pues su labor es completamente inútil para el interés general de los ciudadanos, clientes cautivos de esas compañías que especulan con nuestros derechos y que nos expolian con el beneplácito de la clase política gobernante.

     

jueves, 17 de enero de 2013

Relatos de un pescador afortunado: EL FALSO ROBALO



1987

      En aquel verano  ya estaba poseído por una especie de encantamiento del que no me podía desconectar. La pesca para mí era ya como una droga que comenzaba a alimentar una pasión que empezaba a obsesionarme, menos mal que nunca me dejé cegar por ello, pues tenía claro que en la vida de toda persona hay siempre que priorizar, y que todo aquello estaba muy bien, pero en su justa medida estaba mejor. Cómo no podía disponer del tiempo a mi antojo, aprovechaba momentos sueltos moviéndome a deshora, y casi siempre empleaba más tiempo en desplazarme y regresar, que el tiempo efectivo de pesca. Todavía no entendía ni el cuando ni el como ni falta que me hacía, lo que iba conociendo y descubriendo lo hacía tan poco a poco que nunca me saturaba, ni con su práctica ni con los lugares que visitaba, todos ellos enclaves de una extraordinaria belleza. Recuerdo que en un principio, pescar lo que se dice pescar poco pescaba, pero disfrutar disfrutaba muchísimo, por veces quedaba extasiado con lo que veía, descubrí lugares de ensueño, pequeños recovecos escondidos que prácticamente pasaban desapercibidos para la gran mayoría, y que además dependiendo del día y de la hora de la visita todo resultaba diferente, cómo si hubieras viajado a otro lugar, y es que además de una forma constante y progresiva todo se iba transformando y cambiando con el tiempo justo para percibirlo y asimilarlo, gracias a esa sensibilidad especial que casi todos nosotros tenemos pero que muy pocos nos paramos a conocer, yo aprendí a integrarme y a sentirme parte de aquel sueño para los sentidos.

          Recuerdo que una mañana de sábado en aquel verano, cuando procedente de Vigo me dirigía a Cabo Home, al pasar por Donón y ver el mar, algo inefable me hizo sentir la necesidad de ir a pescar. A pesar del muy poco tiempo disponible, sentía que algo inexplicable me empujaba a ir, paré en el pueblo, y en la tienda compré unos calamares congelados para utilizar como cebo. Al llegar al punto donde estábamos acampados, vacié el coche todo lo aprisa posible y salí disparado a pescar, con la advertencia de que disponía de menos de una hora pues ya casi era la hora de comer, a pesar de todo algo me empujaba a intentarlo. Caminé veinte minutos hasta llegar al punto de pesca, necesitaba de otros veinte para volver y por lo tanto disponía de menos de veinte para pescar. No parecía razonable seguir aquel impulso, pero la pesca es así, cuando uno tiene convencimiento y fe casi siempre encuentra lo que busca.
   
     Después de cruzar a toda prisa por aquel monte bajo lleno de tojos, y pequeños arbustos retorcidos y aplanados por efecto del fuerte viento que allí reinaba en los duros meses del invierno, llegué al acantilado, rodeándolo bajé hasta una plataforma que me ofrecía cierta comodidad y seguridad. El mar de fondo trabajaba constante y con plena armonía, un manto de agua blanca y muy oxigenada se extendía a mis pies, el sol casi en el cenit calentaba pero no abrasaba, era un placer para los sentidos estar allí, aunque de vez en cuando el mar me advertía de su peligrosidad salpicándome. Monté la potente caña de cinco metros y encarné con un pequeño pero entero calamar, disimulando el anzuelo entre sus tentáculos me dispuse a hacer un largo y potente lance, consiguiendo colocar mi aparejo en la zona apuntada. Incrusté el mango de aquel “cañón” en una grieta y apoyándolo sobre una piedra me parapeté esperando la tan ansiada picada. Fueron pasando los minutos y mi amigo el calamar seguía allí entero, a nadie parecía interesarle, yo tenía el convencimiento de que allí tenía que haber alguna lubina pues las condiciones eran óptimas, pero el tiempo pasaba inexorable y tenía que regresar al camping. No me quedaba otra que recoger, y lo hice, pero remoloneando arrastré el plomo lentamente por el fondo arenoso, y cuando daba por frustrado mi intento, de repente una bestial picada casi me arranca la caña de los brazos, era la primera vez en mi vida de pescador que un pez de aquella entidad picaba en mi anzuelo, mi falta de pericia me hizo sudar. Aquella caña más que una caña era un “cañón”, pesaba como una condenada, entre el peso de la caña y el brío del pez que tiraba con una fuerza para mí aún desacostumbrada hicieron que me tuviera que emplear a fondo, la lucha del animal enardecía mi ánimo mientras yo enarbolaba aquella caña que doblaba la puntera amortiguando los tirones salvajes de mi presa, que poco a poco agotada por el esfuerzo, se iba entregando a medida que la iba arrimando a tierra. El mar barría y golpeaba continuamente sobre las piedras, al estrellarse y romper el ruido ahogaba mi respiración agitada por el esfuerzo, al ver asomar aquel animal el mar parecía querérmelo arrancar, zapateándolo en la rompiente de una manera brutal, tiré de el con fuerza arrastrándolo piedra arriba por donde el pez se deslizó colgando de aquel cañón que levanté a pulso hasta ponerlo a mi alcance.

     Estaba en una nube, mi satisfacción era enorme, de aquella para mí era algo extraordinariamente gratificante cumplir un sueño como aquel, estaba convencido de que aquel pez era mi primer robalo, pero aunque mi alegría era inmensa más tarde sufriría un pequeño desengaño. Recogí mi robalo y con la caña al hombro volé hasta el camping, donde el pez levantó la natural expectación sobre todo entre los más jóvenes, me fotografiaron junto a mi amigo Benito para inmortalizar el momento, pero cuando lo pesamos poco más de tres kilos alcanzó. Un sentimiento contradictorio me quitó parte de la euforia que traía, pues de aquella había una norma no escrita entre los pescadores que si una lubina no superaba los cuatro quilos no era robalo, y parte de mi sueño se esfumó en aquel instante y aún tuve que esperar varios años hasta romper aquella barrera. Lo curioso fue que una vez que la rompí los robalos empezaron a llegar uno detrás de otro hasta convertirme en un pescador afortunado.

CRÉDITOS DE DUDOSO COBRO

     Pero que es eso de los créditos de dudoso cobro por los prestamos concedidos por la banca para la construcción de viviendas. Pero que cojones de cuento es ese. Con la disculpa de que tienen dificultades para el cobro en efectivo de la deuda de 176.000 millones de euros que mantienen con ellos, promotores, constructores y compradores de viviendas, hacen chantaje a la generalidad de los españoles, intentando y parece que consiguiendo endosar al Estado que somos todos (incluidos los que nunca intentamos especular con la vivienda), sus problemas financieros.
   
      Si no tienen líquido tienen sólido, que gestionen el sólido y que busquen liquidez, y si la digestión es lenta, paciencia. Que los culpables de sus males son ellos mismos por su afán de lucro desmedido, el patrimonio del que son poseedores no denota pobreza ni ruina alguna, que lo alquilen a precios razonables y así palíen en parte esas que ellos dicen pérdidas y ayuden de alguna forma a los que antes expoliaron y engañaron con el beneplácito de los políticos de turno, que esa es otra. Vaya cara que tienen los banqueros, especuladores y políticos que ejercieron en esta última década, prodigiosa para sus intereses. Si esto no es robo es incompetencia con consecuencias de una gravedad extrema. 

     La responsabilidad se paga muy generosamente cuando es ejercida con competencia y profesionalidad, pero cuando la responsabilidad, competencia y profesionalidad brilla por su ausencia, como en este caso, la Justicia con mayúsculas tiene algo que decir, pero no dice nada y si algo dice no se le escucha. Cuando la política entra en los tribunales, la justicia sale por la  ventana, que razón tenía quien pronunció esta cita. La justicia no está ni se la espera, hay que joderse.

miércoles, 16 de enero de 2013

Relatos de un pescador afortunado: EL DETONANTE

Octubre 1986
   
     Lo mejor de aquella noche fue el detonante de algo que me cautivó e hizo posible un cambio radical en el empleo del ocio en mi tiempo libre.  A partir de ahí, empecé una especie de aventura que me dio muchos días en los que me consideré un hombre especialmente afortunado por disfrutar y vivir momentos de privilegio, sensaciones que con el paso del tiempo menguaron  en cantidad pero aumentaron en intensidad. Avanzaba yo por la treintena, mis obligaciones y responsabilidades condicionaban mis aficiones, la casualidad quiso que a la pesca me enganchara. El detonante sucedió la noche que sentí la magia que revolucionó para siempre el placer de mis sentidos. Aquella noche mágica en mí ejerció una especie de embrujo que me acompañaría para siempre. A partir de ahí las experiencias se arremolinan en mi mente, pero gracias a un cuaderno donde las tengo anotadas una a una, me hice con un compendio de datos que me permitieron ordenarlas con sus fechas auténticas. Los hechos narrados son reales y en nada exagerados, mis emociones y sentimientos los transmito reflejándolos con la efusividad que mi carácter me da.
   
     Retomando el principio de aquella experiencia nocturna  de Octubre de 1986. Me pertreché con una caña de pescar que le había regalado a mi hijo Germán y que él apenas utilizaba. Había pedido consejo a mi compañero Hernández, que en esto de la pesca era y sigue siendo un fenómeno al que “había y hay que dejarle comer en un plato aparte”. Me asesoró, tomé nota fehaciente y detallada para hacerme con el material adecuado para la experiencia: sedal calibre 24 Tortuga, plomos de bola de 5 gramos y anzuelos dorados del nº 3. Recuerdo que esperé hasta la una de la madrugada, hora en la que aparqué mi viejo coche, un renault 12 familiar, junto a la coronación del muelle nº 4 del Arenal, armé la caña con el sedal, anzuelo y plomada recomendados y de cebo empleé unos camarones que tenía en un vivero colgado de una de las defensas. Dejé llegar el plomo al fondo y  recogí dos vueltas de carrete, buscando en el fondo mis posibles presas, pero como  no sucedió nada volví a recoger dos vueltas más, situando el cebo a  unos tres metros del fondo y tampoco sucedíó nada, después de un tiempo de espera volví a recoger dos vueltas más y como tampoco tuve la picada esperada, me desanimé y opté por prender el mango de la caña debajo de una de las ruedas del coche; me senté y me puse a leer. Cuando más distraído estaba y daba por frustrada mi experiencia, una picada que doblaba con brío la puntera de la caña me puso en tensión, agarré la caña, y como tiraba la condenada, estuve un rato disfrutando –pues la sensación era agradable para mí, me imagino que no para el animal-. Empecé a recoger no demasiado aprisa, hasta que apareció a flote una hermosa lubina izándola hasta mi posición, donde nervioso la solté del anzuelo depositándola en la bandeja del maletero, volví a prender otro camarón y acto seguido lancé, dejando que bajara el plomo hasta el fondo, recogiendo a continuación seis vueltas de carrete, para situarme a la altura de donde había sentido la picada, no me desprendí de la caña y no tuve que esperar mucho para sentir una sutil picada, entonces bajé la puntera de la caña y esperé a sentir la estirada del sedal para clavar el anzuelo.
     Estuve así una y otra vez, hasta repetir la operación 23 veces. Cuando me di cuenta eran ya las 5.30 de la madrugada, vivía un sueño que moría, pues ya hacía un rato que la vorágine había terminado. Esta experiencia supuso para mí el enganche a una afición que se extendería a lo largo de los siguientes 25 años, con tal dedicación y actividad que esto dio lugar a la vivencia de muchos momentos que yo tengo por estelares, o sea únicos e irrepetibles y que me dispongo a relatar uno a uno.

HISTORIA DE UNA ESTAFA

     Desde el año de 1986 hasta la actualidad en España el P.I.B. se multiplicó por 5.5, la deuda privada por 11, los sueldos de los trabajadores por 3, todo esto significa que el colectivo perteneciente a la clase obrera de este país no se benefició para nada de la expansión económica. Otra cosa es que en los hogares donde entraba una sola nómina, empezaron a entrar como mínimo dos e incluso tres, nóminas que al final resultaron ficticias, pero que los hogares después de acostumbrase a unos ingresos y a unos gastos de ficción, se encuentran ahora con la dura realidad no pudiendo hacer frente a los compromisos adquiridos, como la compra de viviendas, autos de lujo e incluso embarcaciones de recreo. Yo, y otros como yo no nos dejamos llevar por los cantos de sirena y llevamos en nuestros hogares una economía responsable, sin gastar más de lo que ingresamos y que incluso ahorramos, fuimos en muchos casos centro de críticas que incluso rozaban la falta de respeto (pesetero, insolidario, amargado, pobre desgraciado, etc.).
   
      Ahora que el engaño terminó, engaño porque el castillo de naipes fue alentado por los oligarcas y adláteres, que muy inteligentemente planificaron y pacientemente alentaron la ruina de los trabajadores, para a partir de ese momento preparar lo que ellos llaman un nuevo orden mundial, orden que significa una nueva economía, donde las conquistas sociales, que con tanta sangre y lágrimas costó arrancar después de más de un siglo de enconada lucha, sufrirán una merma de por lo menos un 50% que servirá para pagar el pufo, sin que la economía de los que mueven los hilos, la plutocracia, pague un duro, para que cuando la economía comience un nuevo ciclo expansivo ellos puedan enriquecerse aún más.

martes, 15 de enero de 2013

Relatos de un pescador afortunado: LA PESCA


     La pesca, como práctica humana para conseguir proteínas para su alimentación, se remonta a los albores de los tiempos. Nuestros ancestros los cromañones y nuestros primos los neandertales nos dejaron vestigios que corroboran la importancia que la pesca y el marisqueo tenían en su alimentación. A ellos, al igual que a nosotros les gustaba pescar, e igual que algunos de nosotros, pescaban, aunque ellos más que por placer era por necesidad. En aquellos tiempos las lubinas, igual que todo el pescado en general, abundaban, lo que fallaba era la tecnología pero no el ingenio. La capacidad del intelecto de aquellos hombres para pensar y desarrollar ideas era la misma que la nuestra en la actualidad, el paso de generaciones y más generaciones llevó a acumular experiencias y conocimientos hasta las generaciones actuales. Nosotros recogemos y desarrollamos lo que ellos sembraron, y sobrevivimos por la transmisión social de la gran información acumulada. Sólo hay que ponerse en la piel de nuestros antepasados para imaginar cómo se las ingeniaban para capturar peces, para su, seguramente, poco abundante y nada periódica alimentación. Jugaban con la ventaja de la abundancia del pescado, pero este era escurridizo y poco visible, así que agudizando el ingenio construían trampas aprovechando las subidas y bajadas de las mareas. Aprovechaban recovecos naturales que, al quedar en seco, servían de eventuales pesqueras, que ellos profundizaban y ampliaban moviendo piedras de cierto tamaño, consiguiendo que algunos peces quedaran aislados en su interior, aunque de vez en cuando tenían que reconstruirlas porque la fuerza del mar les tiraba las piedras que conformaban las pesqueras. En los estuarios de los ríos como el Lagares o el Miñor, colocaban aparejos trenzados como si fuera una red, hechos con ramas, varas, mimbres, etc., para, aprovechando la bajada de la marea, atrapar a los peces que enmallaban en sus trampas: mújeles (lisas) sobre todo y por qué no, alguna lubina.
     
       Por suerte eso ya pasó, y gracias a los medios de que disponemos actualmente, el capturar un pez para los pescadores deportivos es más una diversión que un trabajo. Pero en nuestra contra va la presión que actualmente desarrollamos sobre el medio ambiente y la naturaleza. El impacto está siendo tan grande que lo que necesitó miles y miles de años para ser una fuente de recursos al servicio de la humanidad, se agota en unos decenios y ya sólo nos queda a algunos el consuelo de los recuerdos; “cualquier tiempo pasado fue mejor”, esto que parece una perogrullada en este caso no lo es. El paso del tiempo alambica las oportunidades de tal forma que solo los más pacientes pueden revivir a cuentagotas aquellas experiencias tan gratificantes, pero para algunos románticos como yo sigue mereciendo la pena. Estoy hablando de la pesca deportiva, pero el mismo razonamiento vale para la pesca extractiva en general. A partir de este replanteamiento la caña la he combinado con la pluma (se disfruta dos veces).
      
       Los que llevamos más de una década visitando asiduamente el mar para practicar “spinning”, sabemos que nunca hay dos días iguales, que las circunstancias cambian incluso de un momento para otro. Los condicionantes son tantos y tan variados que cada día es una aventura, la inseguridad del resultado final es una caja de sorpresas, la mayoría de los días no son productivos en capturas, pero algunos de estos si no vas obsesionado con pescar como sea, producen tal ensimismamiento e integración con la práctica y conocimiento del lugar visitado, que al final das todo por bueno y arraiga en ti la necesidad de volver una y otra vez hasta entender el cuándo y cómo en este tipo de pesca. Cuando consigues comprender ese cuándo y ese cómo, las frustraciones disminuyen en consonancia con las satisfacciones, esto no quiere decir que vayas a pescar siempre, pero sí que vas a ganar en confianza y, llegado a este punto, el premio no tarda en aparecer. Una pescata siempre hace olvidar cien fracasos, lo importante es aprovechar la oportunidad cuando se presenta y no nos sorprenda mal armados. De la gloria al fracaso no hay más que un exceso de confianza, todos nuestros esfuerzos (nunca mejor dicho) dependen de un hilo. Tampoco hay que desesperar si alguna vez perdemos; si hacemos las cosas bien, el balance siempre será positivo. Ahora mismo disfruto con cada pez que capturo infinitamente más que antes, pues solo pesco escogiendo presas de cierto tamaño; los especímenes inmaduros ya no causan en mí ninguna emoción, y sí la satisfacción de devolverlos a la vida; ya he cumplido con creces mi cupo, y aunque la presión que yo he ejercido ha sido mínima proporcionalmente sobre el mar, yo también me siento responsable en todas y cada una de sus vertientes. Esto no quiere decir que reniegue de mis experiencias como pescador, pues en los momentos que ejercí sin auto limitarme, no fui consciente del futuro de miseria que a las generaciones venideras les deparará nuestro maltratado amigo el mar.

CATERVA DE DELINCUENTES

     Fuimos engañados y distraídos con banalidades mientras se gestaba nuestra ruina. La crisis la engordaron  hasta hacerla imposible financieros sin escrúpulos que se creían dueños de nuestro dinero. Directivos de entidades financieras como las cajas se creyeron amos y señores de los capitales ajenos, asesores de los consejos de administración cobraban sus buenas dietas y nunca hacían preguntas, los medios de comunicación estaban cautivos por los ingresos publicitarios, los políticos miraron para otro lado, jueces y fiscales son también responsables de nuestra ruina, unos por acción y otros por omisión.

     Ahora cuando los socios de esta caterva de delincuentes piden cuentas, resulta que ellos no son culpables de nada y endosan a la clase trabajadora las deudas gestadas por su manifiesta incompetencia e irresponsabilidad. Esa caterva de delincuentes (nunca me cansaré de llamarlos por su nombre) consiguieron para sí y los suyos, unas mejoras económicas que incluso superaron los parámetros económicos de lo que ingresaban sus socios europeos mejor pagados, todo lo que robaron lo tienen a buen recaudo. Su cinismo e hipocresía es tal, que masacran sin piedad de ningún tipo a los más necesitados, a los que incluso llegan a insultar, tachando de vagos y antipatriotas a los parados y a todos aquellos que se resisten a ser expoliados.

      Mientras tanto la cúpula de la Iglesia y la Justicia cierran filas y se posicionan con las clases pudientes los verdaderos delincuentes, para los trabajadores y sus familias solo palabras huecas y caridad cristiana como engaño y propaganda.

lunes, 14 de enero de 2013

Relatos de un pescador afortunado: REPRODUCCION DE LA LUBINA

     Tradicionalmente, a la lubina se la venía clasificando dentro de la familia Serranidae (grupo hermafrodita). Pero era la única especie de esta familia claramente gonocorista (animal que no puede cambiar de sexo). Últimamente se la ha incluido dentro de la familia Moronidae, perteneciente a la clase Actinopterigia, orden Persiformes, género Dicentrarchus y especie Labrax.

    La vivencia de experiencias in situ, pescando lubinas de todos los tamaños a través de las diferentes estaciones del año a lo largo más de dos décadas, y la observación, gracias a la posición privilegiada por el desempeño de mi labor profesional como policía portuario en el puerto pesquero del Berbés, controlando las descargas de pescado en lonja de los arrastreros, trasmalleros y palangreros de litoral, el cambio de impresiones con los patrones de las embarcaciones, que me indicaban zonas y profundidades donde se producían las capturas de lubinas. El ejercer este control a través de varios años me ha dado parte de las claves para desentrañar de modo empírico, las costumbres y el porqué del comportamiento reproductivo de estas. Comportamiento que viene siendo un ciclo repetitivo y regular desde miles de años atrás. Todo es previsible dentro de unos márgenes, pues los hechos no se producen por automatismo, sino por condicionantes.

    Cuando comienza el invierno las lubinas hembras ya adultas están listas para procrear, entonces empieza el cortejo y varios machos acosan a cada una de las hembras siguiéndolas incansables, hasta que esta siente la necesidad de desplazarse a la zona de desove, situada en aguas profundas entre 80 y 120 metros. En esa época es cuando los barcos de pesca dedicados al arrastre y los trasmalleros de profundidad, capturan un año si y otro también especimenes hembras preñadas de huevas, no registrándose capturas de lubinas en esos fondos con anterioridad y posterioridad a ese periodo, prueba fehaciente de donde desovan. Van por oleadas, no todas las hembras sienten la necesidad de desovar al mismo tiempo, pero cuando esa necesidad es perentoria acuden con presteza acompañadas por los machos, que al mismo tiempo que las hembras desovan los huevos fecundan estos con su esperma. Cada hembra expulsa del orden de 500.000 huevos que una vez fecundados a los tres días eclosionan, se convierten en larvas que remontan hasta la superficie y flotan. Las especies que habitan estas zonas no acostumbran a incluir en su dieta a las diminutas larvas, aumentando así sus posibilidades de supervivencia, algo que no ocurriría en las zonas someras de la costa donde abundan especies que las depredarían. Se desarrollan con rapidez, 46 días después las pequeñas lubinas al alcanzar unos cuatro cm. se revisten de escamas, adquiriendo la figura de adultos, y dejándose arrastrar por corrientes procedentes del otro lado del Atlántico que por esas fechas pasan por sus zonas de desove, se trasladan a estuarios y zonas de aguas tranquilas, donde se alimentan hasta crecer lo suficiente, unos 250 gramos, abandonando estas zonas para trasladarse a su verdadero hábitat donde desarrollaran su vida.

   En cuanto las lubinas terminan el proceso de desove, regresan escuálidas y hambrientas a las aguas próximas a la costa donde se alimentan hasta recuperar su peso normal. Por eso a veces, sobre todo en el mes de marzo se capturan grandes hembras “chupadas” inservibles para comer. La ignorancia hace que a veces algunos pescadores sacrifiquen inútilmente a unos animales que son muy necesarios para continuar la reproducción de esta especie cada vez más escasa.

RICOS Y ESPECULADORES

     En plena recesión la crisis sigue carcomiendo y arruinando a las clases medias y trabajadoras, paradojicamente la  venta de automóviles de lujo se triplica, a pesar de la ruina del ladrillo las urbanizaciones destinadas a las clases acomodadas siguen construyéndose, se ve como la clase explotadora sigue acumulando riqueza. Durante dos legislaturas, la segunda de Aznar y la primera de Zapatero recogieron la cosecha, y ahora relajados y con el peto lleno se dedican a darse la gran vida. Sus semejantes menos afortunados, son mientras tanto expulsados del mercado laboral y desalojados de sus viviendas por no poder hacer frente a las hipotecas y alquileres, mientras, ellos viven de rentas especulando en los mercados bursátiles después de cerrar unas empresas que ya no cumplían sus expectativas, pues descubrieron que les resultaba mejor invertir bien asesorados en deuda pública, bolsa y activos financieros.

       Descubrieron que con la especulación se muere uno de éxito, mientras tanto con la miseria, los otros se mueren de hambre. Los dramas causados dicen que no son de su incumbencia, que es ley de vida y que Dios, la Santa Providencia y el Estado que ellos ayudaron a llevar a la ruina proveerán .

domingo, 13 de enero de 2013

LA JODIDA IGNORANCIA

     Como un caballo desbocado, desenfrenado y azuzado por todos, así va España cara al abismo. Reconsiderando la situación vemos que no hemos aprendido nada, los de siempre como siempre siguen en sus trece y no dan el brazo a torcer, todos creen tener razón pero es obvio que no la tienen, unos y otros terquean y se soliviantan, y mientras tanto todo queda manga con hombro.

     La mayoría de mis congéneres, unos irresponsables ignorantes, son los que alimentan con su aptitud las diferentes formas y maneras del mal gobierno, faltan mentes claras, ordenadas y consecuentes, sobra bazofia interesada que baila al son del interés personal y de los grupos de presión. Saben que hagan lo que hagan nunca pagarán por ello y los réditos acumulados los llevarán, cual tobogán, a deslizarse entre la miseria sin rozarla siquiera hasta el esplendor de una arcadia cualquiera.

     Mientras tanto unos se solazan los demás purgamos por ellos y dentro de estos unos más y otros menos. Nos peleamos entre nosotros y nos acusamos los unos a los otros, sin acabar de ver lo evidente que es el expediente de gente arrogante y displicente, que de forma permanente busca la manera de joderte. De joderte la vida, la hacienda y el futuro de los tuyos y arreglar definitivamente el de lo suyo. En la vida del día a día sólo veo ignorancia muy atrevida, egoismo e hipocresía. Estando en las manos de quien estamos que futuro nos espera ¿el del sálvese quien pueda?

     Hay intereses económicos y políticos a los que les interesa el actual estado de crisis moral y económica, quieren una reforma total y profunda del derecho laboral y también del democrático, y ahora es su momento, pues el miedo nos atenaza y paraliza, facilitándoles la operación de expolio de nuestros derechos que tanto les incomodan. Con un 25% de paro bloquean el ánimo y la resistencia de cualquiera, con el chantaje nos obligan a arrojar la cuchara. Esta crisis durará lo tarden en conseguir sus objetivos, que no son otros que un retroceso en lo económico y social de más de treinta años.

     La pobreza y la ignorancia van de la mano y son mayoría en este país, los ignorantes son fácilmente manipulables, muchos pobres en su ignorancia apoyan a políticos que a la corta los consuelan con buenas palabras, pero que a la larga los machacan con políticas que sólo buscan el enriquecimiento de los que ya son ricos, sin importarles el sufrimiento de los pobres ignorantes que con su forma de proceder joden las expectativas de todos los pobres sean ignorantes o no.

Relatos de un pescador afortunado: PRÓLOGO

     Estos relatos son el resultado de escudriñar en mi memoria, donde guardo los recuerdos acumulados a través de los años. Nunca antes había escrito otra cosa que no fuera un informe o parte de incidencias por razón de mi cargo cómo policía portuario, por eso cuando comencé este para mí desafío, me costó arrancar. Comencé a escribir esta serie de relatos medio en serio, medio en broma, sin una idea clara de lo que quería hacer. Recuerdo haber escrito un par de ellos como prueba con más escepticismo que fe, al terminarlos y releerlos me asaltó la duda pues no me disgustaron, pero a pesar de todo desconfiaba que mi juicio fuera parcial, así que decidí darlos a leer y pedir una opinión neutral y sincera. No quería embarcarme en algo que se tradujera en un esfuerzo inútil y baldío. Las personas que los leyeron: uno, mi compañero Hernández (consumado y extraordinario pescador), otro, mi buen amigo Benito (que ni le gusta ni prácticamente entiende nada de pesca) y por último la bibliotecaria del puerto, Bruna, a la que tengo que agradecerle la corrección de todos y cada uno de los relatos. Coincidieron los tres en el juicio de que les parecían interesantes: Hernández me comentó que eran muy auténticos y realistas, que de alguna manera se veía reflejado en ellos. Benito me animó diciéndome que eran entretenidos, fáciles de leer y muy digeribles. Bruna, que a pesar de algunas faltas de ortografía eran publicables. Estas opiniones fueron el combustible que necesitaba para arrancar y predisponer mi estado de ánimo para continuar escribiendo.

     Creo que después de casi dos décadas practicando la pesca al “spinning”, he acumulado una serie de experiencias personales, que a día de hoy me permiten tener un bagaje suficiente que me da el valor para enfrentarme a la siempre difícil creación de un libro como este. Apoyándome en ello creo haberlo terminado con la satisfacción de creerlo entretenido, fácil de leer y de entender, incluso para aquellos que nunca se han acercado al mar con la intención de pescar. Para aquellos a los que les guste pescar, espero que les sirva como un marco de referencia en el que se entremezcla la esencia humana de cada relato con la asimilación de experiencias practicas, para facilitar la comprensión de ciertos conceptos, que ayudan al pescador a disipar dudas y a no perder el tiempo en cábalas innecesarias.