No se trata de una guerra económica entre un conjunto de países buenos y un conjunto de países malos. Se trata de un conjunto de gentes de una escala social alta contra un conjunto de gentes de una escala social media y baja. Se trata del comportamiento de unos representantes políticos, la mayoría provinientes de la clase social alta, que nos han gobernado hasta ahora y que no han sido, ni honrados ni diligentes, a la hora de llevar a la práctica las promesas electorales y los mandatos constitucionales. Han abusado de la confianza en ellos depositada cometiendo toda clase de tropelías para favorecerse y favorecer los intereses de los poderosos; a esa casta de banqueros, grandes inversores especuladores, lobbies de grandes empresarios a los que han favorecido para que funcionen con una masa obrera precarizada y tambien con ayudas y subenciones desangrando las arcas públicas de nuestras instituciones.
Los poderosos y adláteres que les acompañan se sorprenden de que los de la clase social baja se revelen, que los que ellos creían unos infelices no acaten sus directrices. Que los que ellos quieren esclavos e ignorantes resulta que ya no están por la labor de aceptar como irremediable la miseria en la que sus políticas los han sumido, ellos que han logrado, con sus escandalosos comportamientos, la reacción del pueblo trabajador se ven ahora desbordados y ya no saben como hacer para parar lo que ya es imparable. El sistema se les va al garete por abuso de poder, por reirse de las buenas gentes de un país al que creían domesticado, la indignidad con la que nos han tratado los ha retratado.
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